La primera y única
vez que he pillado una gran, y nada amable, mierda en solitario fue cuando
tenía 25 años.
El chico que me
gustaba (al que había dejado la novia unos meses antes) tuvo el mejor de los
detalles. Su exnovia aparcaba el coche en la penumbra a las puertas del
instituto para observar los movimientos de éste; aquel viernes me había
invitado a cenar y tomar algo, y ella nos siguió. Al poco de terminar la
cena, yo, que lo tenía enfrente, vi cómo su cara palidecía por completo (y eso
que era un chico muy moreno). Su ex estaba en la barra del pub y se
pedía combinados que bebía como si no hubiera un mañana, y mientras charlaba con
dos chicos reía haciéndose notar.
El pollo que le
montó, cuando él se le acercó para preguntar qué hacía ahí, fue tal, que
tuvimos que salir todos a la calle; yo alucinada, claro. No entendía nada de
nada. En el fragor de la discusión, el chico en cuestión se giró hacia mí y me
dedicó una frase memorable, muy romántica. ¡Vamos!, lo que soñé que
sucedería aquella noche:
—¿Puedes coger un
taxi? Es que mi ex
novia (omito su nombre porque
ni lo recuerdo ni viene al caso) no está para conducir.
— ¿De qué vas,
chaval? (estoy segura que esto no lo dije, todavía controlaba las formas) Tú me
has traído, tú me llevas a casa; luego, haz lo que te venga en gana.
Después de
aquél episodio hubo idas y venidas por su parte, y una tarde, en mi
habitación, aburrida y dolida por tanta inseguridad del tipo, agarré dos
botellas de Martini blanco, y fui preparándome los tragos con sus
aceitunas correspondientes. En mi plato Technics fui pinchando una tras otras, no
sé la de canciones soul; recuerdo los vinilos girar y girar; a mí
cantando y bailando. Mi cabeza también rotando sobre su eje. ¡Menudo
fiestón me monté!
Mientras sonaban The Shirelles con su "Will you still
love me tomorrow?", y
yo intentaba cantar siguiendo el ritmo sin conseguirlo, la media neurona que me
quedaba, más o menos despejada (por decir algo), me gritó: ¡¡ joder, qué pedo
llevamos!! Me comí una tableta entera de chocolate en mi afán de
recuperar el tono…pero la cosa empeoró ostensiblemente: lo que introduje con cierta
alegría en mi cuerpo, y por la boca, salió por la misma oquedad sin pedir
siquiera permiso; en el baño, eso sí…Llegué a tiempo.
¿Y por qué cuento
esto ahora? Porque mientras sonaba esa misma canción de forma aleatoria en mi
móvil he decidido que necesito drogarme, ya sea aspirando el aroma que me llega
de unos italianos fumadores de ‘’tila’’ en las escaleras de la Lonja, bebiendo
lo que no está escrito, pinchándome en vena la música que me recarga las pilas
y bailando en la parada del bus sin importar quién mira o lo que piensa.
Necesito estar colocada para cuando me ocurran ciertas cosas, porque el hartazgo roza mí límite con cierta peligrosidad.
Soy libre ante
el espejo, y puedo cantar y bailar si me da la gana. Por ahora, esto no me lo
va a quitar nadie, y puntualizo "por
ahora" ya que, tal
como está el patio, todo se andará.
Así que, como decía
el poeta:
''Coged las rosas mientras podáis,
Veloz el tiempo vuela…''