Me rozas y
toda la maquinaria eléctrica de mi cuerpo transforma la suave caricia en un
incendio masivo por sobrecarga. Me tocas, y mi deseo no tiene vuelta atrás.
Fines de
semana completos donde tocarnos y mirarnos, donde reír y conocernos, y luego
pretendes que para mí no signifique nada. Pero llegado ese punto de complicidad
a mí no me digas que no sienta nada, porque me resulta imposible.
Me rozas
con tu pelo corto, tocas con tus labios mi cuello, y ese tacto suave me deja
anclada a merced de tus idas y venidas, te asumo como tiburón de arrecife que de vez en cuando se deja caer por la costa.
Y esta
mañana, en la que tu hijo y yo estamos con los últimos coletazos de la gripe
que nos has pasado, te despides con un largo beso teniéndome cogida la cara con
tus manos, esas manos que me electrizan y cuyo tacto me estremece. Con la misma
dulzura que me regalas en la intimidad, apartas un mechón de mi pelo para que
nada se interponga entre tu boca y la mía.
Hoy vengo a
comer a casa.
Pensaba
hacer pasta, te digo. Y la versión pequeña de ti, lo celebra levantando los
brazos y con un ataque de tos cuando intenta gritar ¡¡¡bieeennnn!!!
Amo a tu
pequeño, ¿lo sabes? Anoche le prometí que hoy decoraríamos con sus propios
dibujos la caja que compré en el mercadillo. Estaba tan emocionado cuando le propuse
guardar ahí todas sus miniaturas de monstruos y superhéroes,…así seguro que no se me pierden. Cómo no derretirme
cuando lo veo contento.
He retirado
las cosas del desayuno de la mesa y he esparcido todo lo necesario. Desorden en
campaña.
Desde la
puerta nos miras sonriendo, sé que si fuera por ti no te ibas, y nos dejas entre cola, paracetamol y lápices de colores.
Miro sus
dedos, semblanza de los tuyos pero de talla menor, cómo agarran las tijeras de
punta redondeada, recortando entre la delicadeza y la brusquedad infantil. Me
roza su mano al darme el extraterrestre recortado y me pregunta si ha mejorado.
Me lo como a besos.
Mientras lo
miro acaricio la madera de la caja, resulta cálida al tacto. Esta mañana, todo
me parece fácil, sencillo. Disfruto los instantes cotidianos con él, aunque
estemos hechos polvo tras varios días enfermos. Noto que le gusta estar conmigo,
que le divierten las manualidades que le preparo y se lo toma muy en serio, y
además, le encantan mis cuentos inventados. Me lo ha dicho.
Verlo
crecer es el regalo más grande que podías hacerme, porque te amo y tú estás en él, te veo en muchos de sus
gestos, en la forma de sus ojos. Hay hombres que merecen perpetuarse en el
tiempo, tú eres uno de ellos.
Miro mis
manos para volver a recordar la textura de tu piel que he acariciado esta
mañana antes de que sonara tu despertador. Tus huellas dactilares son tatuajes
latentes en mi cuerpo, por eso no me he frotado bajo la ducha, para que mi piel
recuerde quién la acaricia, la muerde, la besa, hasta que vuelvas.
El tacto
tiene memoria, mis otros sentidos también.
Precioso, Ana...tienes mucha sensibilidad y he sentido cada palabra que has escrito.
ResponderEliminarPrecioso, Ana...tienes mucha sensibilidad y he sentido cada palabra que has escrito.
ResponderEliminarMuchas gracias, Nuria. Tú también la tienes.
EliminarGracias Ana. Me encanta cómo escribes. En el gesto de alzado de brazos acompañado de tos he reconocido a un amigo.
ResponderEliminarMe encanta y me sorprende a la vez tener esa capacidad para haceros recordar. Que mis palabras os toquen es lo mejor que puede pasar a una persona como yo, que me expreso de esta manera. Gracias a ti por leer mis cosas.
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