miércoles, 27 de julio de 2016

Flotemos mientras podamos



Jamás dijo una palabra que lo inmiscuyera conmigo sentimentalmente, así que, tanto si sentía algo por mí como si no, fue difícil saberlo durante el tiempo que mantuvimos aquél “nada”.

Recuerdo que antes de la primera cita ya dijo aquello de «no busco nada serio, estoy en un momento de mi vida en el que sólo quiero conocer gente». Tampoco pensaba yo en nada serio, líbrenme los dioses de querer algo antes de oler, escuchar, tocar,… mas acudí a la cena con las puertas abiertas a lo que fuese que me pudiera encontrar, no soy de esas que ponen la tirita antes de herirse. Llamadme rara, pero me gusta que las cosas fluyan, lo de limitar como que no va conmigo y últimamente sólo encuentro de eso en mi vida personal. Me siento como si llegara tarde a todos sitios y con un inmenso “pero” colgado del cuello, y me da igual.

El caso es que en el discurrir de nuestras conversaciones fui sintiéndome cada vez más a gusto, hasta el punto de sentirme atraída por él, así que a la quedada llegué un tanto nerviosa y, por qué no decirlo, emocionada, y con expectativas positivas también. Cuando nos encontramos y nos dimos los dos besos de rigor en aquel jardín, no olí a nada especial pues no usaba perfume, no me gustó el color de su pantalón aunque le sentaba muy bien, y lo noté tímido, como un niño que no levanta casi nada la voz por miedo a equivocar su respuesta, fue una sensación fugaz que no me disgustó en absoluto. Me gustó su acento, su altura y sus labios vistos desde mi posición más baja mientras caminábamos juntos. Seguía provocándome la misma ternura que cuando lo vi apartado de todos en un garito de conciertos. ¡Quién me iba a decir que esa ternura aun sin desaparecer se convertiría en deseo brutal, en un es que me lo comería entero toda la vida!

Pero las cosas no son como una espera aunque no esperes nada al comienzo, eso lo sé por experiencia propia, y no debí pasar por alto algo que sucedió mientras planeábamos nuestro encuentro. Debí anotar en grandiosa y brillante tipografía que le preocupaba la posibilidad de toparse con sus amigos en mi ciudad, cuando hizo un comentario sobre eso al elegir restaurante, pero lo dejé pasar como anécdota repentina por ser la primera vez que nos íbamos a tratar en persona. No quise darle importancia y ese fue un error mío, otra vez, porque sentir que te esconden no es algo emocionante y peligroso como si estuviésemos jugando al “Que no nos vea nadie” que inventé con mis primos cuando era niña, es síntoma de que no quiere que te mezclen con él, que por la razón que sea, eres una etiqueta molesta en una camiseta, y que te vayas olvidando de tener la oportunidad de conocerlo a fondo porque no va a ocurrir. 
Y, como una ya tiene una edad, es ahí cuando comienzan las dudas y la tortura, y el pensar que si yo tuviera diez o quince años menos, él no actuaría de la misma manera. Y me culpé por tener mi edad cuando la realidad es que no puedo evitar una cosa así, y me culpé por ilusionarme, por entregarme libre y sin peros a hombres que ponen trabas desde el principio, y a los que asusta escuchar “me gustas mucho”. 

Y el sexo sin apellidos está bien, de hecho algunas veces es fantástico, pero la fase de no importarme el con quién ya la pasé hace tiempo y soy de esas mujeres extrañas que con el roce, ¡oye! que acabo experimentando sentimientos de cariño o de algo más fuerte por la otra persona o mucho más si nos besamos tan bien. 
El sexo, como digo, y las citas eran estupendas, algunas hasta Homéricas, pero pronto escuché la frase de “sigue con tu vida, con lo que estabas haciendo hasta ahora,…” y entonces desperté de sopetón. Con lo bien que funcionaban esos encuentros intensos sin calentarse una la cabeza por nada. Y habrían durado, porque yo no pedía nada más, bueno vernos, y que no me hablara de desear veinteañeras. 

Así fue como pasé del gustar al desear, a querer, a pensar en otra persona diferente de la que desde hacía tres años tenía alojada en mi cabeza. Mas con la suerte está mal Mejía y también pierde esta.

Una pena que la parte de la segunda parte no comparta lo mismo y sea capaz de decidir qué sentir y qué no sentir desde un principio.
¿Cómo se puede aprender a sustraer cualquier sentimiento de afecto en una no relación? ¿Cómo podría yo controlarme de la misma manera? ¿Existe algún curso intensivo para esto, algún MOOC en alguna Universidad Norteamericana aunque sea en inglés?

Algunas señales me confundían, en serio, porque no lo veo venir, me da en toda la cara cuando todavía permanece la sonrisa puesta en mi rostro. Y vi el brillo en sus ojos, su sonrisa, eso no lo podrá negar. Y que me encanta verlo para qué voy a negar lo evidente.

El pensar me jode la vida, así en general. Me convierto en un atristo que no me gusta nada. Y si me pongo a elucubrar, ya ni os cuento. Y me veo masturbándome en soledad pensando en su pelo mojado recién salido de la piscina, me duermo pensando en alguna cosa agradable que me haya dicho con su voz dulce y ese humor al que no acabo de pillarle el punto. Es de las pocas personas que llegan a tocarme los ovarios, así es.

En otras ocasiones imagino que viajamos juntos a cualquier ciudad europea, y que lo hacemos todo. Todo, excepto enfadarnos por tonterías de esas que se dan en los viajes cuando estás junto a una persona las veinticuatro horas. Nos imagino inmunes a todo eso.

En estos momentos es cuando más necesito la teletransportación humana: aparecer y desaparecer a placer, ahora en una senda rural, ahora en una piscina, comiendo cosas ricas, en su sofá, o en la ducha, comprando en el supermercado… El imaginar y el pedir es gratis, todavía. Con la imaginación  lo somos todo y podemos estar donde nos plazca.

Y pese a que parezca triste todo esto, no lo estoy, me gusta sentir estas cosas aunque no sea compartido, en estos momentos estoy aprendiendo rápido a relativizar las cosas que resultan innecesarias. Todo es un suspiro y hasta de lo que no sale bien quiero disfrutar. El tipo es sensacional, no me gusta ni me pillo por cualquiera, tengo mi baremo, éste tiene tantas buenas cualidades que es normal quererlo.

Así que si existen los peros y me los llevo yo casi todos, pues ya está, no pasa nada. Que suena el organillo del gitanillo un domingo por la mañana de manera machacona, no pasa nada, que pasa el del carro “tuneao” con el reggeaton a todo trapo, tampoco.

Mejor que la vida parezca una película de género inclasificable, en la que haya de todo: diversión, drama, tristeza, soledad, alegría, aburrimiento, sí, también aburrimiento. En la que alguna vez me sienta detective, otras pasota, la familia, los amigos, los días en los que me ponga tan pedo que acabe a cuatro patas no pudiendo con mi alma. Que sea lenta o rápida, los resacones infernales, la música molona, el colon irritable, engordar, mosquearse, sentir fascinación, besar, muchos buenos besos, arrugas que aparecen, alergias, orgasmos, picaduras de mosquitos, enamorarse, roces de piel muy excitantes, miradas a los ojos, un leve aroma que te transporta a otro momento y lugar del que ya hablo en pasado. Unas palabras escritas a mano que siempre quedarán… La vida hay que vivirla aquí y ahora, a este lado del muro, tras él no hay más que la nada.

Flotemos mientras podamos.


¡Ojo! esto no quita para que un día esté de bajona porque también me gusta mucho un Sí, y hace tanto que no escucho uno.