sábado, 10 de enero de 2015

Paisaje de invierno con trampa para pájaros


Estimado Hans,

Me dicen los doctores que he de permanecer inmóvil durante una larga temporada. Nada de paseos, que me olvide de esas caminatas sin rumbo en las que a veces  perdía el sentido de la orientación y forzaba a algún vecino a salir a buscarme, con el consabido dolor incrustado en el alma de mi esposa que me miraba con misericordia cuando me traían de regreso. Sé que sufre por mí, y el saber que no podré salir del hogar por un tiempo ha dibujado serenidad a su rostro. Al menos esto alegra a alguien, porque a mí nada.

Así que aquí me encuentro, solo y aburrido en este cuarto caldeado por la lumbre, escuchando el trajín de las tareas diarias de la casa desde una lejanía protectora, viendo como yacen mis ropajes de campesino sobre el arcón de madera a la espera de un sencillo y agradable banquete donde disfrutar en tu compañía con las gentes de bien. Aquellos días de bodas e inspiración para mis pinturas se han terminado, espero que algún día podamos retomar nuestras andanzas; al menos, ese es mi pensamiento mágico para superar este abatimiento en el que me hallo.

Es difícil encontrar inspiración postrado en este cuarto, por eso he pedido que me sienten  junto al ventanal cada mañana. De esta manera puedo observar el río y, de vez en cuando, a los personajes reales que se acercan a él. Lo creas o no, a ratos, me los imagino al óleo.

Es un martirio permanecer en esta quietud plana, las horas de luz son pocas como bien sabes a esta altura del año, y al final, la obsesión: ese pensamiento repetitivo en el que lucha lo imaginario, el azar y el instinto con una supuesta realidad que no percibo.

Pero llevo días con mis lápices y mis plumas entre las manos, sentía la necesidad imperiosa por tocarlos, y hasta tomo apuntes, simples esbozos temblorosos de lo que veo afuera, de esa vida rutinaria que añoro vivir de cerca, y que ha quedado frustrada por mi accidente.

Me han prometido que en cuanto esté listo me dejarán pintar de nuevo. El primo de mi esposa me va a procurar una buena tabla y hasta recortará un viejo caballete que tenía guardado en el desván para que esté a mi altura. Es en casos como este, cuando uno es consciente del amor que le profesan los más allegados.

Mas no temas amigo mío, no te escribo desde la desesperación o el abatimiento, me siento querido y muy bien atendido, pero extraño el fuerte aroma de las tinturas y las mezclas, y respirar el aire puro de nuestro invierno que nos ha caído por completo, eso es todo.

El gran frío ha congelado el río y el horizonte se vislumbra como con rastros de suaves pinceladas que mezclan la bruma de la mañana con la nieve de los tejados sin apenas diferenciarlas,  las copas de los árboles se erigen esbeltos en completa desnudez; un suave velo lo cubre todo frente a mí. Las gentes han comenzado a patinar sobre el hielo, dando otra clase de vida al cauce, detenida igual que yo por el invierno. Es agradable ver a la gente divertirse, ¿no es cierto?
Te hago saber, que los estoy amontonando a todos en mis bocetos: un día veo dos niños, otro a tres adultos, trineos, patines, lo que sea que cruce el marco de mi ventana. Se me ha ocurrido representar esta escena al completo, mezclando unos con otros como en un día festivo. Sin duda, estoy mucho más animado desde que me dieron la agradable noticia, y tengo fe en esta idea en la que trabajo. Confío en que cuando vuelvas podré mostrarte mi avance.

Aguardo con alborozo tu visita al regreso de tu viaje y que la salud te acompañe, viejo amigo.

Siempre tuyo, Pieter B.





3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias, Javier.
      He estado leyendo a David Planell y estoy con lo que dice, hay que sacar las vergüenzas. Escritura peligrosa: a favor. ;)

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  2. Muy bonito y mira hizo realudad su sueño. Venga a por ello.
    Precioso Tita.

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Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea