He elegido esta escena, primero
porque es un plano secuencia y ya sabéis que me enamoran, y segundo, porque al
verla aislada del resto nos hace creer que es una película cómica, agradable y
muy divertida. La veo una y otra vez cuando ando baja. Los adoro a los tres,
pero el juez es mi debilidad en esta secuencia.
El secreto de sus ojos es una
película maravillosa de Juan José Campanella. Al verla completa te das cuenta de
cómo el director da prioridad a la realidad y la rellena de conflicto y ritmo. Vidas
como la tuya o la mía, anónimas, thriller, humor, drama y toda clase de amor,
del callado, el brutal...También hay mucho miedo: a la supervivencia, a la
equivocación, a la soledad, a no atreverse. (Inciso) El miedo lo paraliza todo.
Hay que equivocar el camino si es necesario, no debemos dejar de andar. Arriesguémonos
siempre.
Dicen que lo que quiera que sientas
o seas se transmite a través de los ojos, hay que buscar esa mirada y hallaremos
su secreto. Como contaba en Plenilunio Antonio Muñoz Molina, hay que mirar a
los ojos pues ellos te dirán la verdad. Y si algo tiene esta película es
verdad. Sin un buen guión y unos buenos y creíbles actores, no tenemos nada, y
esta cinta conmueve, trastoca desde el principio. Hay un punto que flojea, pero
luego remonta con ese sorprendente final. Se dicen cosas tan ciertas en El
secreto de tus ojos que asustan y emocionan.
Campanella mezcla a la perfección
el sentido del humor y el contenido dramático. En esta secuencia disfrutamos
mucho de lo primero. Ese juez interpretado por Mario Alarcón que comienza su
monólogo de espaldas y se va girando lentamente mientras pronuncia con deleite “…
usted se caga en la orden que yo le di” entonces comienza su caminar por la
estancia con su porte envarado, tieso, sintiendo la rigidez corpórea de su cargo, y entran en plano el resto de
personajes, una pareja cómica formada por Ricardo Darín y Guillermo Francella,
callados y temerosos como niños reñidos
por su profesor, en algún momento parece que uno de ellos va a echarse a reír o
que gesticula creyéndose fuera de cámara, por lo general aguantan bien el tipo.
Y ella, Irene (Soledad Villamil) convidada de piedra en toda esta bronca del juez a sus
subalternos, observadora estoica un tanto mosqueada por lo que ha pasado.
Lo que me encanta es que cuando
el juez deletrea el apellido Espósito, justo cuando calla en el “si” se escucha claramente el tic tac duro del
reloj marcando la tensión de la pausa, y cuando por fin Darín dice “to” el
gesto de Guillermo relajando y agachando la cabeza, asumiendo que les han pillado,
(que contrasta con el plano en corte siguiente: “Hay que negarlo Benjamín, eh.
Yo no fui, yo no estuve…”) y esa frase de Benjamín “Discúlpeme Doctor pero me
parece que aquí está pasando algo extraño”, porque tanto el juez como nosotros sabemos que
lo hicieron, estuvieron donde se les dijo que no debían estar bajo ningún concepto.
El personaje del Juez Fortuna
Lacalle es tan creíble y genial que hasta acojona pensar en un superior así y tener
que verlo cada día.
No sé cuántas veces tuvieron que
repetir ese plano secuencia, pero Mario Alarcón aguanta la mirada de los otros
dos, y sus largas pausas de una manera tan sencilla que incluso parece una
única toma, como si no le hubiera costado ningún esfuerzo, ningún ensayo.
Podría haber elegido esta otra, la del bar, donde se
conversa, se pone uno pedo, se desahoga nuestro tierno personaje Sandoval. La
secuencia donde se desentraña y descubre a Espósito lo que nunca cambia, la
pasión. Pero es otra historia.
Quiero pasión, aunque ésta sea efímera. Porque, ¿cómo se hace para vivir una vida vacía? ¿Cómo se hace para vivir una vida llena de nada?¿Cómo se hace?