martes, 16 de junio de 2015

Vértigo


Cuántas veces he soñado estar frente a una inmensa masa de agua, desprotegida, sin nada a lo que aferrarme, sin nadie en quien apoyarme, viendo aguas de todas clases y colores: limpias, transparentes, verdosas, densas, azules, y en algún caso revueltas con el lodo.

En ocasiones, unas rocas, un pequeño montículo, unos tejados, incluso un gran muro me daban la perspectiva suficiente para poder calibrar esa grandeza. Y me daba vértigo mirarlo, me pasa incluso con algunos planos de películas o series, son tan reales.

El mismo vértigo lo viví hace un tiempo cuando miré al horizonte en un lugar que hay en este pueblo, donde antes se encontraba la fábrica de Danone. De repente, un día, no quedaba nada más que un forjado  sanitario de hormigón y el vacío que se extendía en lo que a mí me pareció hasta el infinito. Bajaba yo por una de las pasarelas que cruza las vías del tren y al mirar al frente, sin saber nada de los cambios que se estaban produciendo en esa zona, mis pupilas se dilataron ante tamaña fuerza que me poseyó, y tuve que agarrarme a la barandilla para no caer. Fue el primer vértigo verdadero que he experimentado en mi vida real, y fue maravilloso por lo inesperado, aunque me fallaran los pies, fue como si mi cerebro hubiese dejado de enviar señales al resto de mi cuerpo y éste sintiera la debilidad, el miedo a moverse por sí solo.

Me paré en esas escaleras unos minutos, mientras el resto de la vida pasaba y se movía sin percatarse de mi estado inmóvil. Permanecí inquieta y en shock durante todo ese día, aquéllo me recordó mucho esos sueños en los que a veces nadaba, otras sobrevolaba las aguas, y en la mayoría me dedicaba a contemplar las vistas. Ahora busco esa sensación cuando bajo esas mismas escaleras, pero ya no siento nada, hay edificios y parques; la inmensidad del vacío usurpada por el ladrillo caravista.

Cuento esto porque precisamente hoy, hace un rato, he sentido ese vértigo dos veces: una cuando he visto el  plano general de una escollera al comienzo de la serie de tv The Jynx. The life and deaths of Robert Durst,  y la segunda, que no tiene nada que ver con lo que he contado antes, al encontrarme con la realidad del vacío que una persona ha dejado en mí, y por la imposibilidad absoluta de que conversaciones como aquéllas vuelvan.

El agua y la persona se unieron una noche en un plácido sueño: una casa de altos muros, lisos y blancos en la misma orilla de una playa luminosa de aguas turquesa y arena finísima que parecía vomitada desde el patio interior de la vivienda. Vértigo esas paredes tan altas que reflejaban la luz casi de forma dolorosa, vértigo el mar infinito, y vértigo notar su mirada de deseo desde dentro de la casa mientras yo refrescaba mis piernas en la tranquilidad de las aguas transparentes. Después las risas y  la siesta.

Ahora el silencio


2 comentarios:

  1. ¿Qué tendrá el vértigo que nos atrae y nos asusta? Se tiene la sensación de ir dejando de ser uno al ser invadido por la inmensidad; pero mientras, hay un cambio de piel. Como Alicia, a lo salvaje.

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Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea