Anuncio por palabras
Busco persona que me huela toda. Pido sinceridad absoluta y entrega en ocasiones. Prometo no absorber ni juzgar ni pedir nada que no estés dispuesto a mostrar. Date el gusto de vivir una aventura; no sé lo que durará pues no miro más allá de hoy o mañana, sólo disfruta mientras yo exista en ti y viceversa.
Fin
Y así, tontamente, acabé pegándome un tiro. Y debí morir, porque ya no tuve más noticias del banco.
Sigue soñando, gilipollas
Se durmió soñando que él también podía volar. Ya estaba harto de fingir, si esa niña vuela cuando se besan, él también se lo iba a permitir.
Primero se deshará del lastre, luego saltará todo lo que pueda para alcanzar el hilo que le une a ella. Se acercará con ternura a su niña; la que lo nombra de mil maneras y le escribe cartas. Dejará que mordisquee su labio inferior con dulzura. Y cuando ya la tenga perdida en sus ojos, abandonada a su sabor, le contará la verdad: que la desea como ella a él.
Y para festejarlo, el fin de semana le presentará a sus amigos.
Primero se deshará del lastre, luego saltará todo lo que pueda para alcanzar el hilo que le une a ella. Se acercará con ternura a su niña; la que lo nombra de mil maneras y le escribe cartas. Dejará que mordisquee su labio inferior con dulzura. Y cuando ya la tenga perdida en sus ojos, abandonada a su sabor, le contará la verdad: que la desea como ella a él.
Y para festejarlo, el fin de semana le presentará a sus amigos.
Esa gente
Naricilla respingona y un cuerpo de escándalo, de escándalo por maltrecho. Así se la veía en la pantalla de plasma; con todos sus gestos patéticos, con todos sus tics. La ganadora del concurso de deletreo, la cualificada, la pronunciadora de mil quinientas palabras por minuto que nunca dicen nada. La avezada en provocar el vómito nacional. ¡No hables más, no hables más!
Una pena
Suspiró profundamente y recogió dos cubiertos del suelo: el tenedor, que había utilizado para la ensalada, y el cuchillo de la carne con el que seccionó su femoral de manera nada limpia. Esperó sentado, con la servilleta alrededor de su cuello todavía, a que trajeran el vino; no quería mancharse por si ella aparecía.
Haciendo caso a su psicoanalista, todo lo hizo con pausa, relajadamente. Por primera vez, había hecho los deberes.
Una pena que jamás se lo pudiera contar.
Haciendo caso a su psicoanalista, todo lo hizo con pausa, relajadamente. Por primera vez, había hecho los deberes.
Una pena que jamás se lo pudiera contar.
La última cena
Eligió una botella de vino tinto para acompañar la cena pese a que ella había dicho blanco. La abrió y estaba en mal estado, vete a saber cuánto tiempo llevaba ahí esa botella.
Entre risas abrió otra, y otra, y otra más. Desastroso, no se puede acumular caldos en semejante posición ni en cualquier armario. Al final optó por el blanco, claro, y lo puso a enfriar.
Cuando me invitó a cenar no sabía qué me esperaba. Desajustó mi memoria interna, hasta hoy.
Entre risas abrió otra, y otra, y otra más. Desastroso, no se puede acumular caldos en semejante posición ni en cualquier armario. Al final optó por el blanco, claro, y lo puso a enfriar.
Cuando me invitó a cenar no sabía qué me esperaba. Desajustó mi memoria interna, hasta hoy.
©Ana Meca
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Te ha faltado la crucifixion !!!!
ResponderEliminarEsa, otro día. :)
EliminarSaca la cabeza, toma aire, escupe y húndela de nuevo. JG
ResponderEliminarTentador anuncio por palabras y exquisitos microcuentos.
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