Por un instante fugaz he querido tener dieciséis
años, y ese deseo me ha pillado esperando a que mi semáforo de
peatón se ponga verde.
No penséis que quiero regresar a mi adolescencia,
no, no hablo de nostalgia, de esos años ya tuve suficiente. Quiero
los dieciséis de otra persona que nunca fui y que vive cómodamente
con su familia en el suburbano.
Soy esa gilipollas a la que dos veces por semana
recogen sus padres en el coche familiar frente al instituto; la que
se sienta sin saludar en la parte de atrás con los aparatosos
auriculares y su música atronando en los oídos sin descanso.
Desafiante.
No soporto ni un segundo de vuestros silencios, me
molesta mucho, ¿sabéis?
Qué vais a saber vosotros que os comportáis como
chiquillos que se aman y se respetan de lo que pasa por mi cabeza. Os
reto a comprender mi comportamiento.
No soporto que alguien me diga qué debo o no debo
hacer, cómo razonar, qué pensar. No voy a leerme los mismo libros
que leéis sin rechistar. No pienso leer El guardián entre el
centeno porque sea lo más, por lo menos hasta que pase de los
cuarenta, aunque dudo que siga viva para entonces.
En casa siempre ando ausente, lo sé. Me pierdo
muchas cosas, como la dulzura de mi madre al preguntarme qué me
apetece cenar. Noto el miedo en su voz, no sabe cómo hacer para no
alterarme. Porque aunque aparente otra cosa, la escucho, pero me
enerva demasiado su amabilidad, su cariño me da náuseas. ¿Por qué
hostias todo está bien?¿Por qué siempre ve el lado bueno a las
cosas?
Mi familia me asquea porque sea como sea yo y cómo
me comporte, me aman. No hay razones, pero lo hacen. Y no, nada está bien. Podéis intentar que cambie
de aires, introducirme en ambientes artísticos y sanos, que yo haré
lo posible por no involucrarme, por no cuadrar.
Pienso fugarme con ese Dj que sólo es delicado
cuando deja caer la aguja sobre el vinilo en el plato. Me fugaré
aunque no me quiera tocar porque soy una menor, y lo haré esta misma
noche de viernes.
Me colaré en la cabina y abriré las piernas,
aunque me ignore y me eche a patadas de allí.
Pienso dejarme mirar por los demás mientras bailo todos
sus temas, cuando vaya tan borracha que me resulte imposible
mantenerme quieta. Odio el silencio que se crea cuando se pierde la
percepción de la realidad, cuando ya no eres tú nunca más: descontrolada,
ausente, patosa. La buena gente me parece débil, y me río de mí en medio de
la pista porque creo ser superior, más fuerte que cualquiera, y no
soy nada más que un ínfimo punto blanco en una sábana negra
vista a kilómetros de distancia. Nada de nada.
Una gran mentira.
A ella le aterra mi presencia. Me río en su cara de
su pelo, de sus ropas, de su voz, hasta de su sombra me río. Verla
temblar no me achanta, me repugna. Mas hoy quisiera gritarle ¿es que
no ves que me cabrean tus buenas formas, tus capacidades, tu clase?
¿No ves que no soy nada a tu lado?
¡Quéjate, haz que pare de una vez este acoso!
Nadie merece unos dieciséis como los que te estoy haciendo vivir.
¿Vivir, hija de puta?—grita—. Deja de
vomitar en mi mochila cuando regreses los lunes con resaca que no sé
qué más inventar al llegar a casa. Deja de clavarme la punta del
compás cuando pase por tu lado en la cafetería abarrotada. Deja de
robarme, de pisotearme, de...etc, etc.
¿Por qué no me lo gritas, eh? Vamos, te quiero
escuchar la puta verdad.
¡Cuéntalo todo, sin dejarte una coma! Que todos
sepan lo mierda que soy.
Insúltame mientras puedas. Eres más fuerte que yo
aunque no lo sepas. Haz eso por mí, porque el lunes, cuando suene el
timbre a las ocho de la mañana, tus posibilidades se habrán reducido
a la nada, justo lo que soy, lo que seré.
Nadie me echará de menos en este mundo tan estúpido
que permite que gentuza como yo salga indemne de las atrocidades que
cometemos contra los diferentes, contra los mejores, contra ti.
He decidido largarme, que por una vez en la vida la
que se va sea la mediocre, la violenta. Me voy porque no encuentro la
forma de parar.
A los que haría daño, a los que hice, os lo
debo. La nada se convierte en nadie.
© Sillería Aragonesa Mobiliario Aulas |
¡Qué instante más jodido!¡Ojalá sólo existiera
en la ficción!
Brutal, tata...brutal!!
ResponderEliminarJoder, Meca los pelos como escarpias!!
ResponderEliminarComo dice Pilar, es Brutal.