El sentido
del olfato nunca pierde la memoria.
Los aromas
marcan el tiempo, van y vienen sin descanso, son efímeras apariciones que nadie
espera y se dispersan con la misma rapidez con la que llegan. Los aromas viajan
libres por ramificaciones nerviosas, desde nuestra nariz hasta el lugar exacto
del cerebro donde se alojaron la primera vez, donde quedaron a recaudo y
dormidos. Porque siempre hay una primera vez y, a veces, pesa demasiado.
Su olor siempre
me pilla desprevenida, y me fastidia muchísimo perder el control sobre mí; porque
durante el instante que permanece su aroma a mi alrededor, la máquina del
tiempo se pone en marcha y pasa por mis pensamientos la película entera de mi
vida con él. Pasa lo que fue e incluso lo que pudo ser o me he inventado.
Hay aromas
que he tardado veinte años en revivir: el de la madera del plumier escolar, el
del plástico que utilizábamos para forrar los libros, o el de los flotadores
estivales, también el del cuarto de las harinas y piensos de mi abuelo, cosa
extraña, pues no fue oliendo ni harinas ni piensos. Mas el de él aparece
constantemente pegado a la imagen de otros a los que no quiero mirar. Las notas de salida permanecen casi
idénticas, aunque supongo que si me acercara mucho a la piel del extraño las de
fondo serían completamente diferentes a como olían sobre la de él.
fotograma de La Jetée de Chris Marker |
Cómo me
gustaba acomodar mi rostro en su cuello, tanto como me gusta que respiren y besen el mío. Y cómo me
gustó olerlo ésa noche que se echó sobre mí en el sofá para fundirse conmigo recién
salido de la ducha y todavía con su pelo empapado.
Él, mi vara
de medir, mi arrebato, mi debilidad.
Debería
estar prohibido fabricar más ese perfume. Que hagan lo que con mi aroma francés
de higuera del que, un buen día, nunca más se supo. Tendría que desaparecer del
mercado para así poder desalojarte de mi consciencia y de mis sueños, porque
nunca eres tú al que encuentro.
En ocasiones, los portadores del aroma
hacen el mismo trayecto y me obligan a variarlo porque he tardado tres años en
ilusionarme (fallida ilusión) de nuevo, y en hablar de ti en pasado como para que
aparezca cualquiera y me haga recordar que existes.
Mi olfato
nunca pierde la memoria, el resto de mis sentidos tampoco.
Me ha gustado mucho...y es muy cierto. Yo, si quiero, puedo recordar el olor del último...su olor corporal de por sí ya me parecía lo suficientemente tentador...no hacía falta que lo disfrazara con olores artificiales...
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