Ver pero no mirar. Mirar sin necesidad de ver. Un detalle insignificante que puede cambiar la definición del sentido.
Voy con la mirada al frente, y al cruzarme con alguien me giro con sutileza, deseo encontrar quien me mire directamente a los ojos, necesito contacto visual.
El chaval de la mochila no levanta los ojos de la pantalla del móvil última generación y choca con un contenedor de plástico. Me río sin disimulo.
La chica con el carro de bebé mira el escaparate de la farmacia cuando parece que me va a mirar a mí. Esta vez casi lo consigo, mas los llamativos carteles anunciando no sé qué loción para la dermatitis del pañal le han resultado más interesante que mirar a una desconocida. Obvio.
Delante de la Fnac soy yo la que aparta la mirada de los que intentan vender su panfleto. Creo que la gente mira por conveniencia nada más, cuando quieren algo de ti: tu dinero, tu firma, ayuda, cariño efímero, sexo. El resto parece mirar pero no ve más allá de una sombra que pasea con lentitud entre la muchedumbre de la calle.
Estando en el patio interior del instituto intentando hacer un video de lo que en ese momento estaba ocurriendo, un grupo de cinco adolescentes chocó bruscamente conmigo y me tiró el fartón casero que ya había comenzado a mordisquear, y me quedé sumida entre el asombro y la perplejidad. Mi pelo rojo no pasa desapercibido y tampoco la chaqueta que llevaba. ¿Por qué no me vieron? ¿Acaso no notaron su cuerpo chocando con el mío que ni se giraron para hablarme? ¿Tendré el poder de la invisibilidad sin yo saberlo?
Cuando te zarandean de esa forma y ni se giran para pedir disculpas te entra una cosa mala por el cuerpo que dan ganas de gritarles cualquier barbaridad. Pero esa es la realidad de hoy, nadie me ve.
La gente no ve más allá de lo que quiere ver, y rapidito que no tengo toda la tarde.
No quieren observar, no se detienen a mirar los detalles. Sin embargo, yo podría pasarme horas mirando cualquier cosa, una hoja, por ejemplo, mirar su tonalidad, ver sus nervios que unidos por un centro simétrico casi siempre, terminan en un tallo flexible o rígido. Mirando puedo incluso tener noción de su textura, pues mis ojos, cuando se detienen y aprecian lo que tienen delante, son capaces de tocar.
No quieren observar, no se detienen a mirar los detalles. Sin embargo, yo podría pasarme horas mirando cualquier cosa, una hoja, por ejemplo, mirar su tonalidad, ver sus nervios que unidos por un centro simétrico casi siempre, terminan en un tallo flexible o rígido. Mirando puedo incluso tener noción de su textura, pues mis ojos, cuando se detienen y aprecian lo que tienen delante, son capaces de tocar.
Ese es mi poder, estudiar todo de ti.
A veces, sueño que mis ojos están pegados y hago esfuerzos para abrirlos al máximo, pero mi visión es borrosa, como cuando abres los ojos en aguas turbias. Después de un rato forzando la vista, noto un efecto maravilloso, los objetos pasan de ser cuerpos grises o blanquecinos, que no logro enfocar, a masas coloreadas nítidas en su centro…y entonces, todo empieza a verse con precisión, se torna brillante en matices Pantone: el cabezal de tu cama está construido con celosía de madera para jardín, lo has pintado azul Klein, y alrededor, has añadido unas piezas macizas en un tono verde menta muy claro. Lo puedo ver, y esa manta fresa sobre el sofá inmaculado. Tienes a un hombre en tu cama que no reconozco, está desnudo y me dices que os acostáis de vez en cuando para no perder la costumbre de tener sexo.
Sí, pero, ¿te ve? Ella no lo sabe, no contesta.
Ver puede ver cualquiera que no tenga una anomalía en sus ojos. Me puedes mirar y puedes no ver nada si te lo propones desde el principio.
Verte, ¡qué complicado! ¡Qué imposible!
Me pregunto si me habrán mirado alguna vez como lo hago yo. Si podrían recordar las imperfecciones de mi rostro, las tonalidades de mi iris, ese lunar escondido o los huesos de mi clavícula. ¿Lo hará alguno de ellos, recordará?
Cuando quiero mirar, miro con detalle, hago reconocimiento de lo minúsculo cuando me importan. Por desgracia toda mi dedicación resulta inútil, pues la vida acaba obligándome a olvidar todo lo que vi con mis ojos, mis labios, mis manos… Me hace sentir ridícula esta visión mía.
Mi vista, incluso con los ojos cerrados, no pierde la memoria...hasta que me deja de importar.
Hola Ana. Yo soy uno de esos que "mira". Me gustan los aeropuertos. El trajín de la gente a la cual adjudico vidas interesantes. Los días que ando flojo anímicamente hago lo contrario, bajo la cabeza para que no me destruyan las miradas vacías, llenas de tristeza y opacidad. Pero siempre vuelvo a mirar y buscar miradas.
ResponderEliminarPrecioso...es verdad que la gente sólo ve cuándo quiere y le interesa. Hay poca gente hoy en día que te mire a los ojos cuándo vas por la calle y te vea realmente...
ResponderEliminarPrecioso...es verdad que la gente sólo ve cuándo quiere y le interesa. Hay poca gente hoy en día que te mire a los ojos cuándo vas por la calle y te vea realmente...
ResponderEliminarMirar y ver eso es lo importante.
ResponderEliminarComo siempre lo has clavado, de quien no te mira a los ojos no te fies.