lunes, 14 de octubre de 2013

Los sueños, ¿sueños son?

Cuando abro los ojos estoy  pegada a ti bajo las sábanas.

Me abrazas por la espalda con la palma de tu mano izquierda ahuecada sobre mi pecho suavemente. Tu pierna  rodea  las mías en un juego de cruces curioso. Pese a la postura, me siento cómoda.

¡Me encanta notar tu respiración sobre mi cuello! Pequeño placer que va directo a las zonas más sensibles de mi cuerpo, esas zonas que me ponen tan disponible para el juego que más disfruto.

Medio dormida  pienso  en ello y, enseguida, noto la humedad que precede al deseo de rozarme contigo. Te tengo  junto a mí, así que nada me impide hacerlo. Me doy la vuelta lentamente para no despertarte del sueño en el que estás inmerso. Una leve sonrisa se dibuja en tu rostro por lo que  intuyo que está  siendo un sueño agradable y tranquilo.

Empiezo a acariciar tu brazo, tu cintura, tu pierna tan poderosa y fuerte. Apoyo una de tus manos en mi cara y me acaricio con ella  el cuello, el hombro, mi pecho, mi cintura. El peso dormido crea  una sensación de lo más estimulante. El calor y la humedad se hacen evidentes en mí. Me llevo un dedo a mi boca que mojo  con mis labios y mi saliva. Me entretengo en eso y te mueves. Me encanta el tacto de tus manos cálidas sobre mí, y  dejo una  apoyada en mi cintura desnuda. Es verano y duermo así, libre de obstáculos, por si me quieres tomar en mitad de la noche.

Te acaricio suavemente por encima de la ropa interior, la única prenda que llevas puesta, y noto que aquello toma un cariz de juego interesante. Te mueves ligeramente y me quedo quieta: no quiero que despiertes aún.

Me rozo contra tu pierna con movimientos tan lentos que me acelero.  Mi cuerpo se estremece, y con precisos gestos voy quitando la prenda que estorba a mi propósito. Vuelves a sentir  algo y de tu garganta sale una exclamación entrecortada.  Sonríes, pero el sueño te puede, y sigues a lo tuyo.

Te tengo desnudo por completo ante mí.

Me gusta mirarte en la penumbra de la habitación. Pequeños puntos de luz tatúan tu cuerpo y, supongo que mi espalda. Acerco mi mano tan suave como puedo a tu sexo  de forma que los movimientos sean imperceptibles, mínimos. Miro tu cara dormida y relajada (pasaría horas mirando tu sueño), pero ahora mismo tengo algo importante que hacer, el deseo me puede. Mi boca empieza a besar tu polla, la acaricio con mis mejillas, sumerjo mi rostro entre tus piernas. Te huelo intensamente  cerrando los ojos, y dejo salir mi lengua que, furtiva y cadenciosa, lame esos centímetros de piel que cada vez se acrecenta y tensa más. La sensación que tengo es de tanto placer y excitación  que he de luchar contra las ganas de ir más deprisa.

Todavía no eres consciente del todo, y eso me excita mucho más. Un par de minutos dedicada a ponértela dura y ya no hay vuelta atrás: resulta  inevitable que despiertes. Y lo haces con tu bonita sonrisa, alargando tu mano para acariciarme. Yo no paro de besar e introducir tu pene erecto en mi boca. Acaricias mi coño con un par de dedos; sabes que en esa postura me pone mucho que me acaricien así: notar tus dedos jugando entre mis labios, despacio. Sé cuánto te gusta verme mojada, y gimo abiertamente.
Un rato más, sólo un poco más… No, no aguanto, soy débil. Me coloco a horcajadas sobre ti y mirándote a los ojos, que ya tienes totalmente abiertos, te pido que me mires; ese es mi ‘te dejo entrar’. Me agarras por la cintura elevándome al compás, nuestros cuerpos ensamblados. Comienza la acción.

¡Joder, qué gusto da follarte!, me dices.

Nuestro ritmo lento del principio se va acelerando cada vez más. Acaricias mis pechos con leves pellizcos  que me vuelven loca. Me lames el cuello en uno  de tus embates. Me besas en el siguiente. Nuestras lenguas juegan húmedas; y entre las embestidas, mis caricias circulares, tus ‘nena’ y mis ‘joder’ alcanzo  un orgasmo explosivo sin dejar de moverme; uno largo al que, segundos más tarde, te unes tú. Gritamos en mitad de la noche y reímos. 
Todo resulta novedoso, porque tener sexo contigo siempre es como el primer buen polvo.

Nos besamos largo tumbados uno junto al otro, hablamos con susurros sin dejar de sonreír. Me acaricias suavemente la espalda mientras dices cuán jodidamente buenos son estos despertares. Opino lo mismo, y me alegra que no seas uno de esos que salen pitando a la ducha como si nuestros fluidos fueran algo sucio.

Fuera de estas paredes todavía es de noche; por la ventana asoma la luna resplandeciente, inmensa y redonda.  Volvemos a quedarnos dormidos.


***
18 de diciembre  en algún lugar del Hemisferio Sur, 5:30  a.m. 
ÉL
Suena el despertador. Tanteo para apagarlo y estiro mis piernas en la cama. 
Mi cuerpo está relajado completamente  y… ¿desnudo?
No acierto a comprender cómo me he quitado la ropa interior que llevaba puesta al acostarme.
Pero, ¡qué hostias! 
No quiero pensar en ello. Me siento de puta madre. 

***

18 de diciembre en algún lugar del Mediterráneo,  9:30 h   
ELLA
Me despierto sola en mi cama, bañada en sudor, desnuda, (lo cual es raro porque estamos a finales de otoño y hace frío) y húmeda, mis sábanas huelen a sexo reciente. No entiendo. La sensación es tan maravillosa y real (como de post orgasmo bestial), que aparto de mi cabeza cualquier pregunta, y disfruto un rato más de ese momento placentero.

***

Ha vuelto a ocurrir. Me parece que le voy pillando el punto a esto del sexo soñado  a la carta. 
Donde quiero y con quien quiero.



6 comentarios:

  1. ¿Aún atrapada en tu Mcguffin?

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    1. Esto lo escribí en diciembre del año pasado. (Revisado hoy) Todavía no sabía que iba a tener tratos con Sequoias ni Mcguffin.

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  2. Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, me encanta.
    ¡Qué buen polvo!

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  3. Cada vez que aparece una nueva entrada en tu blog, se me acelera el pulso, no sé qué encontraré. Me emocionaré, me turbaré, me confundiré. No, no me lo esperaba, me has vuelto a sorprender, en esta ocasión no sólo me he emocionado y he sentido tu pasión y tu sensibilidad, también me he excitado. Has unido en una historia muchas emociones, la más bella de todas, el amor, un amor limpio, culminado con el éxtasis que sólo puede generar la comunión entre dos enamorados, no es un polvo, es compartir el placer, expresar el amor en su más bella manifestación. Alcanzar el clímax de un amor compartido es alcanzar las estrellas, es sentirse poderosos, únicos, especiales,...
    Leerte es sentirse bien, emocionas, y haces soñar con una intensidad que sólo puede transmitir alguien como tú, alguien que derrocha sentimiento en lo que escribe. Nos haces participe de un sueño que algunos hemos vivido, o creemos haber vivido, recuerdos que afloran de mi memoria me hacen muy vívida la escena. Aún así, al leerte, haces que contado por ti uno quiera ser el protagonista de ese sueño. Esa ternura, esa pasión que pones en tu narración, se puede sentir, esa foto inicial de piernas enlazadas, tu cuerpo desnudo, hacen que el deseo aflore, pero a la vez uno desea enamorarse de alguien como tú.  Me llena de envidia no ser él, el que recibe tu amor y tu deseo, el que encaja en tu vida, el que despierta tras un sueño y lo único que recuerda es que está de puta madre. Él, el que se ha quedado sólo con estar y no con ser. Ser el receptor de tan intensos sentimientos, regalados por alguien como tú, es sentirse un ser afortunado. Corresponder a esos sentimientos debe ser algo maravilloso.

    En fin una nueva lectura y una nueva sorpresa, siempre para bien, como no podía ser de otra manera, siendo tú la creadora. Descubrirte ha sido como alcanzar la cima del Himalaya para un escalador, una gozada que sólo puede sentirse y no escribirse, pues no tengo palabras para ello.

    Felicidades de nuevo, Niña Flaca, soñadora de sonrisa limpia y alegre, con corazón de buenos y bellos sentimientos.

    P.D. Sí hubo carta manuscrita,  pero nunca llegó a ser enviada.

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  4. Bueno por fin he podido leerlo. Me han entrado unas ganas de.......comer algo!!,jajajajajaja. Estupendo niña!!!!

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Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea