Cuando abro los ojos estoy pegada a ti bajo las sábanas.
Me abrazas por la espalda con la
palma de tu mano izquierda ahuecada sobre mi pecho suavemente. Tu pierna
rodea las mías en un juego de
cruces curioso. Pese a la postura, me siento cómoda.
¡Me encanta notar tu respiración
sobre mi cuello! Pequeño placer que va directo a las zonas más sensibles de mi
cuerpo, esas zonas que me ponen tan
disponible para el juego que más disfruto.
Medio dormida pienso
en ello y, enseguida, noto la
humedad que precede al deseo de rozarme contigo. Te tengo junto a mí, así que nada me impide hacerlo. Me doy la vuelta lentamente para no despertarte del sueño en el que estás inmerso. Una leve sonrisa se dibuja en tu rostro por lo que intuyo que está siendo un sueño agradable y tranquilo.
Empiezo a acariciar tu brazo, tu cintura, tu pierna
tan poderosa y fuerte. Apoyo una de tus
manos en mi cara y me acaricio con ella
el cuello, el hombro, mi pecho, mi cintura. El peso dormido crea una sensación de lo más estimulante. El calor y la humedad se hacen evidentes en mí. Me llevo un dedo
a mi boca que mojo con mis labios y mi
saliva. Me entretengo en eso y te mueves. Me encanta el tacto de tus manos
cálidas sobre mí, y dejo una apoyada en mi cintura desnuda. Es verano y
duermo así, libre de obstáculos, por si me quieres tomar en mitad de la noche.
Te acaricio suavemente por encima
de la ropa interior, la única prenda que llevas puesta, y noto que aquello toma
un cariz de juego interesante. Te mueves ligeramente y me quedo quieta: no quiero
que despiertes aún.
Me rozo contra tu pierna con
movimientos tan lentos que me acelero. Mi cuerpo se estremece, y con precisos gestos voy quitando la
prenda que estorba a mi propósito. Vuelves a sentir algo y de tu garganta sale una exclamación
entrecortada. Sonríes, pero el sueño te
puede, y sigues a lo tuyo.
Te tengo desnudo por completo
ante mí.
Me gusta mirarte en la penumbra
de la habitación. Pequeños puntos de luz tatúan tu cuerpo y, supongo que mi
espalda. Acerco mi mano tan suave como
puedo a tu sexo de forma que los movimientos
sean imperceptibles, mínimos. Miro tu cara dormida y relajada (pasaría horas
mirando tu sueño), pero ahora mismo
tengo algo importante que hacer, el deseo me puede. Mi boca empieza a besar tu
polla, la acaricio con mis mejillas, sumerjo mi rostro entre tus piernas. Te huelo intensamente cerrando los ojos, y dejo salir mi lengua que,
furtiva y cadenciosa, lame esos centímetros de piel que cada vez se acrecenta y tensa más. La sensación que tengo es de tanto
placer y excitación que he de luchar
contra las ganas de ir más deprisa.
Todavía no eres consciente del todo, y eso me excita mucho más. Un par de minutos dedicada a ponértela dura y ya no hay vuelta atrás: resulta inevitable que despiertes. Y lo haces con tu
bonita sonrisa, alargando tu mano para acariciarme. Yo no paro de besar e
introducir tu pene erecto en mi boca. Acaricias mi coño con un par de dedos; sabes que en esa postura me pone mucho que me
acaricien así: notar tus dedos jugando entre mis labios, despacio. Sé cuánto te gusta
verme mojada, y gimo abiertamente.
Un rato más, sólo un poco más… No, no
aguanto, soy débil. Me coloco a horcajadas sobre ti y mirándote a los ojos, que
ya tienes totalmente abiertos, te pido que me mires; ese es mi ‘te dejo entrar’.
Me agarras por la cintura elevándome al compás, nuestros cuerpos ensamblados. Comienza la acción.
¡Joder, qué gusto da follarte!, me dices.
Nuestro ritmo lento del principio
se va acelerando cada vez más. Acaricias mis pechos con leves pellizcos que me vuelven loca. Me lames el cuello en
uno de tus embates. Me besas en el
siguiente. Nuestras lenguas juegan húmedas; y entre las embestidas, mis caricias circulares,
tus ‘nena’ y mis ‘joder’ alcanzo un
orgasmo explosivo sin dejar de moverme; uno largo al que, segundos más tarde,
te unes tú. Gritamos en mitad de la noche y reímos.
Todo resulta novedoso, porque
tener sexo contigo siempre es como el primer buen polvo.
Nos besamos largo tumbados uno
junto al otro, hablamos con susurros sin dejar de sonreír. Me acaricias
suavemente la espalda mientras dices cuán jodidamente buenos son estos
despertares. Opino lo mismo, y me alegra que no seas uno de esos que salen
pitando a la ducha como si nuestros fluidos fueran algo sucio.
Fuera de estas paredes todavía es
de noche; por la ventana asoma la luna resplandeciente, inmensa y redonda. Volvemos a quedarnos dormidos.
***
18 de diciembre en algún lugar
del Hemisferio Sur, 5:30 a.m.
ÉL
Suena el despertador. Tanteo para
apagarlo y estiro mis piernas en la cama.
Mi cuerpo está relajado completamente y… ¿desnudo?
No acierto a comprender cómo me he quitado la ropa
interior que llevaba puesta al acostarme.
Pero, ¡qué hostias!
No quiero pensar en ello. Me
siento de puta madre.
***
18 de diciembre en
algún lugar del Mediterráneo, 9:30 h
ELLA
Me despierto sola en mi cama,
bañada en sudor, desnuda, (lo cual es
raro porque estamos a finales de otoño y hace frío) y húmeda, mis sábanas huelen a sexo reciente. No entiendo. La sensación es tan maravillosa y real (como de post orgasmo bestial), que aparto de mi cabeza cualquier pregunta, y disfruto un rato más de ese momento placentero.
***
Ha vuelto a ocurrir. Me parece
que le voy pillando el punto a esto del sexo soñado a la carta.
Donde quiero y con quien quiero.
¿Aún atrapada en tu Mcguffin?
ResponderEliminarEsto lo escribí en diciembre del año pasado. (Revisado hoy) Todavía no sabía que iba a tener tratos con Sequoias ni Mcguffin.
EliminarMmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm, me encanta.
ResponderEliminar¡Qué buen polvo!
Cada vez que aparece una nueva entrada en tu blog, se me acelera el pulso, no sé qué encontraré. Me emocionaré, me turbaré, me confundiré. No, no me lo esperaba, me has vuelto a sorprender, en esta ocasión no sólo me he emocionado y he sentido tu pasión y tu sensibilidad, también me he excitado. Has unido en una historia muchas emociones, la más bella de todas, el amor, un amor limpio, culminado con el éxtasis que sólo puede generar la comunión entre dos enamorados, no es un polvo, es compartir el placer, expresar el amor en su más bella manifestación. Alcanzar el clímax de un amor compartido es alcanzar las estrellas, es sentirse poderosos, únicos, especiales,...
ResponderEliminarLeerte es sentirse bien, emocionas, y haces soñar con una intensidad que sólo puede transmitir alguien como tú, alguien que derrocha sentimiento en lo que escribe. Nos haces participe de un sueño que algunos hemos vivido, o creemos haber vivido, recuerdos que afloran de mi memoria me hacen muy vívida la escena. Aún así, al leerte, haces que contado por ti uno quiera ser el protagonista de ese sueño. Esa ternura, esa pasión que pones en tu narración, se puede sentir, esa foto inicial de piernas enlazadas, tu cuerpo desnudo, hacen que el deseo aflore, pero a la vez uno desea enamorarse de alguien como tú. Me llena de envidia no ser él, el que recibe tu amor y tu deseo, el que encaja en tu vida, el que despierta tras un sueño y lo único que recuerda es que está de puta madre. Él, el que se ha quedado sólo con estar y no con ser. Ser el receptor de tan intensos sentimientos, regalados por alguien como tú, es sentirse un ser afortunado. Corresponder a esos sentimientos debe ser algo maravilloso.
En fin una nueva lectura y una nueva sorpresa, siempre para bien, como no podía ser de otra manera, siendo tú la creadora. Descubrirte ha sido como alcanzar la cima del Himalaya para un escalador, una gozada que sólo puede sentirse y no escribirse, pues no tengo palabras para ello.
Felicidades de nuevo, Niña Flaca, soñadora de sonrisa limpia y alegre, con corazón de buenos y bellos sentimientos.
P.D. Sí hubo carta manuscrita, pero nunca llegó a ser enviada.
Bueno por fin he podido leerlo. Me han entrado unas ganas de.......comer algo!!,jajajajajaja. Estupendo niña!!!!
ResponderEliminarMuy... estimulante.
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