miércoles, 9 de julio de 2014

Los caminos que andamos


Creo recordar que fue un arquitecto el que me contó  hace unos meses cómo durante el diseño de los edificios, en los campus universitarios, hospitales, etc., por lo general lugares con gran afluencia de público,  se marcaban también los caminos por los que trasladarse de un sitio a otro. Y cómo los que finalmente transitamos por ellos, una vez construidos, nos pasábamos por el forro lo que los arquitectos imaginaron que haríamos, y acabábamos esculpiendo vías nuevas por las que caminar. Supongo que por nuestro espíritu inconformista (sí, ese espíritu que algunos todavía conservamos).


Yo anduve cinco años recorriendo caminos en una ciudad educativa de hormigón en la que el arquitecto Fernando Moreno Barberá había establecido sendas, caminos y viales de antemano. Cinco buenísimos años en los que transgredí: mis pies, junto a los de tantos y tantos estudiantes que pasaron por allí, dejando huella impresa de nuestra juventud incorregible e indisciplinada. Porque lo habitual era saltarse la norma dibujada, caminar por atajos no establecidos, que con el tiempo se convertían en otra legalizada ruta más. Llegar a cualquier lugar de otro modo, a nuestro aire, salvajeando un poco. Y así, visto desde arriba, imagino una telaraña de líneas que se cruzan, las más viejas como heridas profundas y las otras de nueva ejecución muy sutiles en la tierra. Nada que ver con los planos delineados a plumilla y tinta china del proyecto para la Universidad Laboral de Cheste, cuyas moles de hormigón se erigieron en tan solo nueve meses, todo un récord. Como datos arquitectónicos diré que algunos edificios del complejo recuerdan mucho ciertos aspectos de la obra de Le Corbusier, y que me dolió profundamente que tapiaran el Paraninfo (el edificio que se ve en primer plano en la imagen) pues dejó de parecer una araña posada en el terreno sobre esa misma trama de sendas y caminos ampliada año tras año.

Ahora

Antes

En la UNI aprendí a besar, si es que sé. Y creo que es lo más chulo que me ocurrió, junto a las amistades que todavía conservo. Cinco años unen mucho, y todo lo vivido también. Fueron buenos tiempos con sus cosas, días enteros en convivencia, así que hubo de todo (no voy a contar el día que enloquecí blandiendo con las dos manos una regla metálica, de esas para marcar los puntos de fuga en las perspectivas, como si de una larga y pesada espada medieval se tratara).

Mi niño besador y yo lo hicimos por todas las esquinas de nuestro colegio (ahora no recuerdo en cuál, si Fresno, Anguila, Haya,… supongo que él tendrá más memoria que yo que concibo los años como uno solo),  por toooodoooo el colegio, por las aulas en los descansos, en talleres, no sé si por la zona de comedores en cuyo trazado desaparecía la recta para dar paso a la curva perfecta del círculo. Nos tomamos muy en serio el besar. La experiencia adolescente más tierna y excitante que pude tener fue besarme con él. 
Recuerdo que me encantaba su aroma, su pelo incorregible, sus ojos profundos y oscuros, el sabor de su saliva y la suavidad de sus labios y su lengua. Nos comimos de la forma más maravillosa, nos regíamos por un reglamento no escrito del Carpe Diem de los poetas muertos. Nos besamos entre clases aburridas y monótonas,  DeLarquianos ripios escritos, lecturas teatrales en voz alta  y entre pinturas a lo Miró hechas con rotuladores. Él ya era un artista entonces, y amante de la cultura inglesa. Él me regaló mi primer vinilo: Please, please me, The Beatles, of course. Y yo, no veía el momento del parón entre clases, y no digo ya de las horas libres. ¿Veis cómo lo de besar me viene de lejos, no es sólo de ahora?




La otra noche soñé con un ambiente que olía a Universidad Laboral y a verano, mucha gente en unas habitaciones que parecían de estudiantes, una fiesta particular a la que había sido invitada. Y ahí, veo por primera vez a un chico que no conozco, con su barba, sin gafas. Me gustó mucho, tanto que vi feo al hombre que me gusta de verdad cuando apareció y se puso a acariciar a otras que no eran yo, mientras me miraba de soslayo. Celos seguía teniendo pero me enzarcé en conversación mano a mano con el otro y me dije, es majo. Y seguimos hablando y acercándonos más al mismo tiempo que su barba desaparecía por completo,...convirtiéndose en el otro. Y cuando estaba a punto de encontrarme con sus labios le pregunté: pero, ¿yo te gusto?  Desperté sin respuesta, así son mis sueños de interruptus últimamente. Debí besarle y ya está, sin la puta pregunta, ¡qué rabia da!

¡En los sueños suceden tantas cosas! Son las películas que yo escribo, dirijo, interpreto y monto, pero que algunas noches no puedo controlar, quedando a merced de un productor mercenario cualquiera.
Como decía un amigo una de estas noches: parece que lleve una mierda impresionante, saltando de un tema a otro. Será el paracetamol 1 gramo, o el caos habitual que me invade, no lo sé, todo es tan confuso.



1 comentario:

Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea