Creo recordar que fue un arquitecto
el que me contó hace unos meses cómo durante
el diseño de los edificios, en los campus universitarios,
hospitales, etc., por lo general lugares con gran afluencia de público, se marcaban también los caminos por los que trasladarse de un sitio a otro. Y cómo los que finalmente
transitamos por ellos, una vez construidos, nos pasábamos por el forro lo que los arquitectos
imaginaron que haríamos, y acabábamos esculpiendo vías nuevas por las que caminar.
Supongo que por nuestro espíritu inconformista (sí, ese espíritu que algunos
todavía conservamos).
Yo anduve cinco años recorriendo
caminos en una ciudad educativa de hormigón en la que el arquitecto Fernando
Moreno Barberá había establecido sendas, caminos y viales de antemano. Cinco
buenísimos años en los que transgredí: mis pies, junto a los de tantos y tantos
estudiantes que pasaron por allí, dejando huella impresa de nuestra juventud
incorregible e indisciplinada. Porque lo habitual era saltarse la norma
dibujada, caminar por atajos no establecidos,
que con el tiempo se convertían en otra legalizada ruta más. Llegar a cualquier
lugar de otro modo, a nuestro aire, salvajeando un poco. Y así, visto desde arriba, imagino una telaraña de
líneas que se cruzan, las más viejas como heridas profundas y las otras de nueva ejecución muy
sutiles en la tierra. Nada que ver con los planos delineados a plumilla y tinta
china del proyecto para la Universidad Laboral de Cheste, cuyas moles de
hormigón se erigieron en tan solo nueve meses, todo un récord. Como datos arquitectónicos diré que algunos edificios
del complejo recuerdan mucho ciertos aspectos de la obra de Le Corbusier, y
que me dolió profundamente que tapiaran el Paraninfo (el edificio que se ve en
primer plano en la imagen) pues dejó de parecer una araña posada en el terreno sobre esa
misma trama de sendas y caminos ampliada año tras año.
Ahora
Antes
En la UNI aprendí a besar, si es que
sé. Y creo que es lo más chulo que me ocurrió, junto a las amistades que
todavía conservo. Cinco años unen mucho, y todo lo vivido también. Fueron
buenos tiempos con sus cosas, días enteros en convivencia, así que hubo de todo
(no voy a contar el día que enloquecí blandiendo con las dos manos una regla
metálica, de esas para marcar los puntos de fuga en las perspectivas, como si
de una larga y pesada espada medieval se tratara).
Mi niño besador y yo
lo hicimos por todas las esquinas de nuestro colegio (ahora no recuerdo en cuál,
si Fresno, Anguila, Haya,… supongo que él tendrá más memoria que yo que concibo
los años como uno solo), por toooodoooo
el colegio, por las aulas en los descansos, en talleres, no sé si por la zona
de comedores en cuyo trazado desaparecía la recta para dar paso a la curva perfecta
del círculo. Nos tomamos muy en serio el besar. La
experiencia adolescente más tierna y excitante que pude tener fue besarme con él.
Recuerdo
que me encantaba su aroma, su pelo incorregible, sus ojos profundos y oscuros,
el sabor de su saliva y la suavidad de sus labios y su lengua. Nos comimos de
la forma más maravillosa, nos regíamos por un reglamento no escrito del Carpe
Diem de los poetas muertos. Nos besamos entre clases aburridas y monótonas, DeLarquianos ripios escritos, lecturas
teatrales en voz alta y entre pinturas a
lo Miró hechas con rotuladores. Él ya era un artista entonces, y amante de la cultura inglesa. Él me regaló
mi primer vinilo: Please, please me, The Beatles, of course. Y yo, no veía el momento del parón entre
clases, y no digo ya de las horas libres. ¿Veis cómo lo de besar me viene de
lejos, no es sólo de ahora?
La otra noche soñé con un
ambiente que olía a Universidad Laboral y a verano, mucha gente en unas habitaciones que
parecían de estudiantes, una fiesta particular a la que había sido invitada. Y ahí, veo por primera vez a un
chico que no conozco, con su barba, sin gafas. Me gustó mucho, tanto que vi feo
al hombre que me gusta de verdad cuando apareció y se puso a acariciar a otras que no eran yo,
mientras me miraba de soslayo. Celos seguía teniendo pero me enzarcé en conversación mano a mano con el otro y me dije, es majo. Y seguimos hablando y acercándonos más al mismo tiempo que su barba desaparecía por completo,...convirtiéndose en el otro. Y cuando estaba a punto de encontrarme con sus labios le pregunté: pero, ¿yo te gusto? Desperté sin respuesta, así son mis sueños
de interruptus últimamente. Debí besarle y ya está, sin la puta pregunta, ¡qué rabia da!
¡En los sueños suceden tantas cosas! Son las
películas que yo escribo, dirijo, interpreto y monto, pero que algunas noches no puedo
controlar, quedando a merced de un productor mercenario cualquiera.
Como decía un amigo una de estas
noches: parece que lleve una mierda impresionante, saltando de un tema a otro.
Será el paracetamol 1 gramo, o el caos habitual que me invade, no lo sé, todo es tan confuso.
Que bien escribes, musettilla...
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