La medicina como experimento y aprendizaje continuo, como espectáculo.
Magos de bata blanca retransmitiendo en
directo en quirófanos como aularios, juegos de manos hábiles que terminan en
fracaso muchas veces.
Quirófanos donde demostrar
maestría no falta de egocentrismo, envidia o rabia. El deseo de gloria más que pensar en los pacientes. Obsesión. Enseñanzas gore a ritmo de
mínimos acordes de Cliff Martínez que unen a la perfección (en mi opinión) lo contemporáneo
con el New York de 1900.
Estratos sociales bien delimitados: barrios sucios e impenetrables sin miedo, barrios altos y limpios donde la
corrupción de blanco guante brilla a la luz del día. Adicciones a drogas que se
tienen a mano, al sexo prohibido, a los viajes placenteros y al olvido, al dinero y a la podredumbre.
La oscuridad y el subterfugio
como forma de ayuda humanitaria, hambre y sed de saber, manos ensangrentadas sujetando vísceras de
vidas que se escapan; mentira, apariencia, fobias.
Progreso, nuevos artilugios que cambian el
ritmo de los días, renovación científica, pruebas que triunfan o errores que
matan, querer ir más allá.
Amores que renuncian. Sexo sin complejos. Brutalidad callejera,
levantamientos de odio. Bicicleta azul y deseo. Tú vales y ese otro no. Tu lugar es ese rincón oscuro y
el mío el de los focos.
La locura, la sordidez, la muerte…la
vida.
The Knick, de Steven Soderbergh
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Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea