domingo, 30 de noviembre de 2014

La importancia del tacto


Concentrada en la espiral que dibuja la cuchara en las gachas de avena mientras remuevo con lentitud el engrudo, y aspirando el aroma de la corteza del limón y la canela, embelesada. Mañana de domingo lluvioso en esta ciudad que a veces odio, y otras tantas amo.

Me he levantado de la cama con ganas de saborear la vida, y sí, aunque digan que no hay que supeditar nuestra felicidad a otra persona, tú me provocas ese efecto duradero. Despertar con tus caricias y tus besos, esa es la única medicina, mi transporte.
Ratos de juegos y de remoloneo bajo las sábanas, así me gustan los fines de semana. Impregnarme de ti cuanto pueda por si un día me faltas o tienes tanto trabajo que no pudieras ni rozar mi mano por el pasillo al cruzarnos por la casa.

La leche de soja vuelve a subir por tercera vez, deben estar listas. Mientras apago la vitro escucho el sonido de una puerta al abrirse…y apareces en la cocina todavía chorreando de la ducha. Me sonríes porque sabes que me vas a empapar con tu abrazo cálido y húmedo, con tu tacto de albornoz ligeramente áspero.

Abordas mi cuello con tu respiración a sabiendas que es algo que no puedo esquivar, me paraliza por completo el roce de tus labios, lo sabes bien; un gemido imperceptible sale de mi garganta.
Me giro para enfrentarme a ti y, sin dejar de besarte, deshago el nudo del cinturón que tienes atado a la cintura. Te acaricio la piel mojada.
Tocarte es lo único con lo que he soñado millones de veces. Las yemas de mis dedos, que nunca te olvidaron, recorriendo la piel de tu cintura, tu espalda. Sí, millones de veces.

Dejo caer mi albornoz al suelo y me sonríes; te atraigo hacia mí mientras me apoyas sobre la lavadora. No sabes el placer que me da notar que te excitas. Tus fuertes brazos me levantan al aire, no lo has olvidado, me encanta. Así te quiero, así te tengo. 

Credenciales de posesión, lo sé, no debería decirlo, pero así me posees, te poseo.
Unidos por el calor que desprenden nuestros cuerpos, con el aroma a gel  hidratante, nuestros sudores otra vez se mezclan en esta mañana infinita de besos con lengua y labio inferior.
Esa es la finalidad de todo esto, que me comas y comerte, a eso aspiro, ese es el objetivo al que me enfrento cada día a tu lado.

¡Muérdeme, muchacho! —grito mientras me embistes. Mis piernas te atraen hacia mí en ese patrón de idas y venidas diseñado sólo para amarnos.

¡Me gustas mucho!—dejas escapar mientras me llenas con tu orgasmo.

Es la primera vez que me lo dices y me sorprendo,…pero tú sigues a lo tuyo, y con tus dedos húmedos por la saliva de tu boca me acaricias suavemente, sin dejar de mover tu cintura. No necesito mucho para ofrecerte lo que me provocas.

Hay que volver a la ducha, sí, y las gachas no sé si resultarán comestibles…No importa. Nada importa ya, lo supe cuando me tocaste la primera vez, a ti te ha costado más darte cuenta.


Las palabras e incluso los hechos pueden mentir, el tacto jamás.


3 comentarios:

Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea