¿Cómo se aprende el significado
de palabras como SOÑAR o IMAGINAR?
En qué momento de nuestra infancia, una profesora o alguno de nuestros padres nos dijo: “Imagina que…” y comprendimos perfectamente qué debíamos hacer.
Debió ser a
muy temprana edad porque es algo que los niños dominan a la
perfección. Mucho antes de aprender a leer inventamos, nos contamos historias,
verosímiles o no.
Pensaba en ello mientras el agua
caliente caía sobre mí en la ducha. No
recuerdo el primer día que fui consciente de inventar
cualquier cosa en mi cabeza, y sin embargo, hace miles y miles de días que no hago otra
cosa más que imaginar. Ocurre así, sin más, y sin esfuerzo.
A veces imagino con tanta nitidez
que tengo experiencias sensoriales, como aquélla en la que escribí una carta a
un hombre que amaba y estando en una terraza con un amigo tomando una cerveza abandoné
por completo la conversación. No era mi intención, desde luego, pero algo
externo me sacó fuera de la realidad; y, hasta pude notar como si ese hombre al que iba
dirigida la carta, tras leerla, se hubiera acercado a mí y me hubiera agarrado de la
mano atrayéndome hacia él. Pude sentir su abrazo intenso y su beso, lo prometo.
Unas horas más tarde, mi amigo me
preguntó si me pasaba algo, ya que en la terraza del bar me vio como ausente. Y así fue, tan real. Por un instante, que no recuerdo cuánto
duró, yo no estuve allí.
Me ocurre también cuando por las
mañanas escuchando música no hablo con nadie ni en la parada del bus uno ni en
la parada del bus dos, me mantengo en silencio para alargar la sensación de que
todavía no me he levantado de la cama caliente, que sigo acurrucada entre las
sábanas, que no estoy en la vida real.
Y pienso mucho, e imagino que
desaparezco, que nadie me ve, excepto la luna cuando todavía se puede ver ahí arriba entre los altos edificios que surcan mi trayecto. Ella me habla, me observa, y aunque me
dice cosas que no son ciertas, en esos momentos me consuela porque es lo que
realmente imagino que ocurrirá. Pensamientos mágicos que no me faltan.
Otras veces, suelo imaginar qué
estaría haciendo si viviera frente al mar y no tuviera que trabajar, a qué
sabría el aire en un bosque, o tumbada en
una hamaca con un libro en el regazo, sin relojes, sin tiempo. Cómo olería mi
vida si estuviera en paz mi alma caótica y enferma.
Hoy he pensado en todo esto, y ni
por un momento he dejado de soñar.
Como siempre me he quedado embobada leyendo!!
ResponderEliminarConxi
Me alegra mucho tenerte como lectora, más si lo que escribo te llega, mi querida Al
EliminarMe atrae tu imaginación sinestética, transportadora a una vida privada no menos cierta que la que otros llaman real.
ResponderEliminarNo saben las editoriales la escritora que se pierden.
ResponderEliminarYa sabes lo que pienso....me ha gustado mucho...