En las paradas de autobús pueden
pasar miles de cosas, y un buen montón de ellas a la misma persona, en este
caso a mí que soy la persona que más cerca tengo.
Lo mismo un día te estás dando el
filete con un chico que te gusta, que pasas cien mirando cómo se lo dan los
demás. Algunas ocasiones se dirigen a ti tipos que te ven moverte con los
auriculares puestos, para preguntar qué estás escuchando que se te ve tan
animada. El objetivo es tomar contacto visual. Unas veces contestas porque
estás de buen rollo, otros te haces la sueca,…Sí, yo es que soy muy fan de todo
lo nórdico, creo que se me nota en la mirada.
Ayer estuve apostada en una
farola frente a un hospital cercano, hacía una rasca importante, dicho sea de
paso. A mi espalda pasaron unos chicos en dirección al centro del pueblo, y
antes de que pudiera reaccionar, ocurrió: me vino el aroma de un perfume
masculino demasiado reconocible para mí. Lo aspiré profundamente al tiempo que
cerraba los ojos y fue brutal, porque una vez más desaparecí del lugar en el que
me encontraba. Ya no esperaba el bus, ni lloviznaba, ni siquiera era invierno; regresé
a la casa de aquel muchacho con el que desde hace meses relaciono ese olor, y una calidez
invadió mi cuerpo al estar a resguardo en aquella casa sesentera. Cuando me di
cuenta de lo que me había pasado, fue, por un lado, fascinante, porque me
encantan esos viajes extraños que vienen sin avisar, y ese aroma; y por otro,
bastante triste. La desaparición de personas que me importan y que quiero en mi vida tiene ese efecto
en mí.
Lo dicho, estuve en su casa por
unos instantes esperando verle entrar en el salón, sentada en un rincón de su sofá, y aun permaneciendo con los ojos cerrados me
puse a llorar lágrimas reales cuyo húmedo trazo me despertó a la intemperie.
Con el intenso aroma todavía en mi nariz y mi
cabeza, dije basta; eso es lo que los psicólogos dicen que has de hacer cuando
una idea te ronda la cabeza demasiado, una de esas profundas y hasta dañinas que no te llevan a
ningún sitio…miento, sí me llevan, pero no del modo que me gustaría.
He de practicar un poco más, a
ver si cuando lo tenga controlado puedo quedarme en los lugares que visito más
tiempo.
Me ocurren cosas inexplicables y
sí, tengo ese defecto, el de querer sentirlo todo. Demasiada profundidad para
estos malos tiempos de cachonda disfrazada de lírica o al revés. Porque da lo
mismo, ¿no?
Hasta quizá desaparecer, ¿quién sabe?
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