viernes, 1 de mayo de 2015

No me gusta


No me gusta un amanecer y mucho menos todos los colores que se forman cuando el sol se pierde  por el horizonte y da paso a la oscuridad de la noche.

No me gusta nada el sonido de los pájaros en el campo, de la brisa a la orilla de la playa, de la lluvia tras los cristales, del crepitar del fuego en el hogar mientras lo observo con ojos de pequeña.

Aborrezco el aroma de las patatas a lo pobre y el tomate partido recién cogido de la huerta hechos con delicadeza en una rústica cocina de pueblo. No me gusta nada la calidez de una fruta madura cuando la como directamente del árbol.

Odio profundamente cuando floto en el agua estanca de una piscina y me dejo llevar en la quietud de la siesta vagando lenta por el cuadrilátero; observar desde ese puesto privilegiado copas de árboles cuyo aroma trae el viento suave del verano, mirar los aviones con gente a muchas millas de mí como lentos insectos trazadores de sendas blanquecinas que se quedan un rato.

Me asquea tanto, tanto el balanceo de un columpio que lo busco ansiosa cuando estoy triste para mortificarme más en mi sufrimiento solitario.

No me gusta la sensación de libertad, de no deber nada a nadie, de no hacer nada si no quiero.

Odio la lectura y la palabra escrita, el tacto al pasar la página de los libros, el roce del lápiz con la hoja cuando tienes algo que confesar, la emoción del comienzo de un libro que te eriza el vello sólo con su primera frase, los marcapáginas que colecciono, las lágrimas que derramo. Es lamentable la sensación que deja un libro al terminarlo cuando te lo ha prestado la persona que amas y ya nunca separas su imagen con lo leído. Odio las casualidades, los gustos comunes, las risas por las mismas cosas, tu firma en la esquina de ese libro de tapas verdes que no te pude devolver.

Me produce mucho asco el Cine, sí, el Cine en toda su extensión: como juego, como estudio, en largo, en corto, en serie, como profesión. No hay nada en el mundo que aborrezca más que ser espectadora de esa unión de todas las artes, muchas veces de forma magistral por los genios del oficio a los que también odio mucho.

No me gusta nada soñar, tampoco imaginar cómo sería vivir en aquélla casa solitaria y alejada de la carretera por la que viajo. Me asquea viajar en tren, mirar por la ventanilla, leer, dormitar con el traqueteo, el trayecto y la llegada. No me gusta nada la sensación de regreso al pasado cuando, de repente, me topo con un edificio desahuciado en mitad de cualquier ciudad; no me gustan nada las voces que escucho en los lugares abandonados ni pensar que los hechos quedan en el lugar donde sucedieron una vez. Odio el tacto de las piedras que una vez fueron edificios habitados y ahora simples ruinas o fragmentos de un tiempo mejor.

Odio la palabra mierda,… vaya mierda.

No me gustan nada los colores, es realmente horrible estar delante de una caja de lápices abierta ofreciendo toda su paleta, y no digamos ya del tacto y aroma de madera, insoportable.  Las lanas, los algodones, los trapillos, tejerlos en bonitas formas es detestable. Emular a la naturaleza creando sus hechuras con todo tipo de materia también es odioso, como lo son las manos y las mentes hábiles de los artistas, los que tienen las mejores ideas para sofocar el dolor y la enfermedad.

Odio la música, ese lenguaje magnífico capaz de todas las sensaciones imaginables; me hiere que se le dé cabida en las escuelas y se le preste tanta atención.

Que las necesidades básicas del ser humano, de hogar, alimento, salud y educación estén cubiertas al doble me agobia tanto, tanto que vomito cada vez que veo que alguien está estupendamente, no puedo evitar marearme ante tanta justicia social, es algo que me sobrepasa. Y si miramos este mundo sin guerras, sin violencia de ser contra ser, de lealtad, verdad, entendimiento, no digáis que os gusta porque a mí nada. La paz y la libertad son cosas francamente perversas que no deberían existir.

Detesto las cosas sencillas que me hacen vibrar, las que no cuestan dinero: mirarte, que me mires, tocarte, que me toques,…

Besar es lo peor.




1 comentario:

Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea