Hojas afiladas se clavan en mí traspasando el cuero de las ropas y mi piel. Retuercen con rabia el acero del arma hasta astillar mis huesos. Siento que el frío de mi rostro se
extiende al pecho donde me hieren, que mi cabello, húmedo de hielo, sigue el
movimiento de mi cuerpo al ser embestido de forma brutal por los que
consideraba mis hombres, esos que ahora me miran con rencor y odio.
Soy un vigilante aquí en el muro,
soy el Lord Comandante de la Guardia de la Noche número 998. El cargo conlleva
tomar decisiones complejas no al gusto de todos. Complacer a un rey es lo
suficientemente difícil, complacer a dos es casi imposible. Pero soy el líder y no puedo
dejar que me arrastre el desánimo o el miedo, he de permanecer despierto
incluso dormido, no puedo flaquear, soy observado con constancia, de mi depende este muro y los que lo habitan.
Vigilo, y muchas veces no puedo ver, mi vista se nubla, vigilo y en muchas ocasiones no sé nada, se enturbia mi mente.
Los que están clavando sus armas
en mí creen saberlo todo y se han cansado de seguir mis dictados. Creen que acabar conmigo solucionará cualquier amenaza, por eso me
están aniquilando en mitad del patio embarrado; un patio que nunca ha visto la
luz cálida que dicen existe en otras tierras. No las veré, ya no.
No me había dado cuenta hasta
ahora, mas aquí todo es oscuro, incluso la nieve y el hielo tiene ese tono parduzco
de lodo negro. Es la noche eterna en este tiempo en el que no se descansa jamás.
Quizás ahora que pierdo el hálito encuentre esa paz imposible en vida.
Me estoy muriendo, mi corazón ha
sido herido de final. Se acabó para mí este tránsito que me duele tanto desde
que sé que hay algo más al otro lado, la soledad no significaba nada hasta que
la toqué a ella. ¡Oh, ella con su pelo de fuego! Por primera vez en mi sombría y bastarda existencia sé que
otras palabras pueden ser dichas, que hay más verdades a parte de las de los altos
mandos que nos preceden en este puesto olvidado e interminable.
Pues bien, aquí me tenéis Antiguos
Dioses.
Mi alma exhala su último suspiro,
mientras mi cuerpo cae sobre el hielo sin fuerza. Aquí quedo, petrificado sin compasión,
ejecutado sin más ley que la del odio y la venganza.
¡Por la Guardia! escucho muy lejano
en mi gélido final. Ya no he de preocuparme por nada: votos, honor, luchas,…porque
nada queda, nada veo, nada soy.
Fantasma me vela.
Mi guardia ha terminado.
Y ahora viene lo bueno...!
ResponderEliminarEl adelantamiento en cambio de rasante de lo televisivo a lo literario nos deparará no pocas sorpresas y angustias, presumo...
Soy la espada en la oscuridad...
Me encanta!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Qué pasada!
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