ES LO QUE HAY
Parece una frase inofensiva que,
en principio, a nadie debería asustar. Una de tantas, programada en el cerebro
de bastante gente, que se dice sin pensar. Su pronunciación es catalogada nivel
bajísimo, apta para todos los públicos, ¡es tan sencilla! La típica frase comodín
que sirve como respuesta para todo, y en cualquier circunstancia, tanto si se sabe
qué decir, como si te importa muy poco la persona a la que la diriges. La
utiliza cualquiera, no entiende de jerarquías ni clases sociales, la dice el
que no posee el don de la palabra y aun así te embauca y enamora, la dice el
erudito en algún campo de la ingeniería, la dice el parroquiano que te cruzas
andando por las vías de la salida del AVE en un punto infecto de una ciudad
secarral.
Sea como sea el tono en el que se
dice, siempre me violenta escucharla. Con ella se da por zanjada de manera
abrupta la conversación. Cuatro palabras sencillas que juntas inician un
proceso interno tal de indisposición, inflamando el fósforo, entre otros
elementos gaseosos de mi cuerpo, que deja ver una tenue llama azul-púrpura muy
cerca del terreno que piso y que empiezo a sentir inestable. Un fuego ausente
de calor porque me deja helada. Ignis fatuus que no tiene nada de mágico, y sí
mucho de explicable mierder.
Se pronuncia y no hay más que
añadir. Es una forma más sutil de decir te jodes en versión menos rotunda. Y me jode, he ahí la comprobación más fehaciente de que surte el efecto
deseado. Diciéndola durante conversaciones jocosas, te jodes. Dichas en la
firma de un contrato laboral, te jodes. ¿Qué te parecen las condiciones?
a.
Bien
b.
Mal
c.
Es lo que hay
La he escuchado tantas veces este
último año y medio que, de verdad, esforzándome mucho para no tomarla a mal, la
jodida se queda adherida con pegamento instantáneo ahí, en la parte del cerebro
donde se quedan todas las palabras innecesarias y las mentiras; así de pegajosa
resulta la susodicha. Las frases que deberían olvidarse acaban colapsando el
espacio magnífico que mejor estaría lleno de palabras y hechos con enjundia y
buen rollo. Pero, una vez más, la suerte no está de mi parte y también pierdo ésta.
Te jodes. Claro que me jode. Más cosas
inútiles a mi mochila, de la que no hablo hace bastante tiempo, y que sigue tan
cargada, que dobla mi perjudicada espalda y me provoca dolores que se turnan
bajo un prisma diferente y nada halagüeño.
Es lo que hay, me repito cien
veces a ver si zanjo mi mal. Mas saliendo de mi boca nada de eso concluye, no
se da por acabado el capítulo. Qué suerte la mía y qué tristeza más inútil.
A veces se esconde tanto que creo
estar curada, hasta me siento ligera y renovada por dentro y por fuera; pero
no, es todo falso, ilusiones mías. La maraña nebulosa está al acecho para
cuando mi flow baja la guardia. Una cerveza de más, un vermú casero, esa
canción o la película que elijo, hasta esa camiseta que todavía no he podido
lavar, y el libro se abre por el capítulo, ya concluso desde una banda, donde ya no
queda nada más que hablar; aunque se añadan palabras nuevas o se repitan
las ya escritas en distinto orden.
Todo es absurdo. Soy sombra de lo
que fui. Es lo que hay.
Sombra sobre balasto. Foto©AnaMeca2018 |