lunes, 2 de abril de 2018

Yo sobreviví al final de Merlí, pero lo llevo muy mal

Peripatètica sobre camiseta especial ADN

Hace unas semanas que vi el último capítulo de la serie Merlí y, a día de hoy, todavía sigo esperando algo, perpleja y enfadada, eso también os lo digo. (Posibles spoilers, aviso)

Mi vida 2.0 sigue más o menos igual que antes de la serie. Bueno, no del todo, me atrevo a decir que verla ha abierto de nuevo la herida por no haber estudiado nunca filosofía en el instituto, hecho que en mi adolescencia y durante muchos años creí fundamental, (todas las reformas educativas han coincidido en que no es necesario para el alumnado de la FP, tan denostada ella y todos los que la estudiamos) luego se me pasó un poco.

Como digo, sigo esperando una respuesta que me convenza, exijo un desagravio o, yendo más lejos, que me digan la verdad: que han obligado al guionista a que todo el último capítulo sea una reverenda mierda porque tuvieron secuestrada a toda su familia y que por amor no le quedó otra que doblegarse a la extorsión.

También acepto que sea una broma de mal gusto para echar unas risas, la típica apuesta hecha estando de birras de si se tienen cojones a cargarse algo majo. Estoy en ese punto que admito incluso lo menos original, que todo ha sido un sueño, como en Los Serrano.

Lo necesito porque esto no puede quedar así y me olvido, no. Estaba tan a gusto con las Merlinadas, la Calduch, el Pol, la Tània, el instituto Àngel Guimerà, o esos retazos de Filo, y esos momentos impagables de line dance con el Eugeni Bosch, que no concibo cómo el creador de la serie y guionista, el director y la productora han osado hacerme esto a mí: a la peripatètica novel de la clase, la fan número uno de la reflexión mientras pasea.

Ese Merlí Bergeron irreverente, cabrón, con una ironía que para mí la quisiera, y que hace ligón hasta al Francesc Orella ¿Quién lo iba a imaginar de conquistador, verdad? Pues sí, joder, las barrigas y la pelambrera existen en el mundo real. Tener el don de la palabra es algo que puede excitar muchísimo. Además, si ligan los que no tienen conversación, imaginaros si te quedas a cuadros en mitad de una batalla de ingenio sin yocaina.

Con la cantidad de series que se alargan en el tiempo sin sentido ni vergüenza, y para una que tiene buenos personajes  y no de pastelillo, me la terminan de malas formas para que se me quede este fatal sabor en el alma. Cabreo máximo. Además, si hubiera seguido un tiempo más, seguro que me convalidan el B2 de catalán.

El capítulo primero me pareció magnífico, fue amor al primer vistazo. 

La serie tiene una estructura muy acertada que da a cada episodio el nombre de un pensador/a y plantea problemas actuales que tienen que ver con las ideas de éstos. Aún quedan tantos filósofos de los que hablar, ¿por qué han finiquitado la serie y de esta manera tan chunga? Es verdad que para los que la han visionado en modo tradicional (esperando días el siguiente capítulo) pues se les habrá hecho más duradera, pero yo, que me la he comido en un par de semanas no lo acepto, a mí no se me hacen estas cosas. Si hasta mis sobrinas, víctimas del reggeaton y que ya consideraba perdidas para siempre, son fan incondicionales. 

La serie no se merecía este final, no tenía necesidad de ver morir a un profe cojonudo, aunque llevaba varios capítulos que me olía ese tema. Pero lo peor, lo que me acabó de rematar estaba por llegar, el momento “siete años después”. Truño. En una serie en la que se anima a reflexionar, a pensar por uno mismo, a ser crítico, a reconocer que hay multitud de ideas y pensamientos, ¿en serio era necesario que me contaran qué hacía cada personaje vivo pasados los años? Noooooooooooooooo, os maldigo, no quiero saberlo. Me habéis roto el corazón y tomado por una espectadora ignorante y sin capacidad de rumiar.

Para mí se acabaron las clases y la chavalada termina el instituto. Merlí comienza el nuevo curso con otra colla de alumnos perdidos a los que les pregunta si la Filosofía sirve para algo. Se cierra el círculo. 



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Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea