viernes, 3 de octubre de 2014

Hoy


Soy tan crédula que algunos días hasta estoy segura de vivir en paz, mi mente finge bien y con la aparente relajación de la que ha olvidado y pasa de todo puedo recordarte sin dolor. Ni mis labios te necesitan ni mis manos tocarte quieren.

Pero no me hace falta más que un simple gesto, una imagen tuya en algún momento concreto, un aroma, un acento escuchado donde sea, y tu recuerdo me pinza el estómago y me estruja por dentro removiéndome con regodeo. Por pequeño y efímero que sea ese detalle me hace darme cuenta que mi calma es la calma de hallarme justo en el centro de un tornado: quietud, sosiego y sensorialmente alucinante, pero a sabiendas que lo que viene tras ella destroza brutalmente cualquier cosa por robusta que esta sea, y que, por desgracia, no tengo chapines rojos que al chocarlos me devuelvan a Kansas como si nada hubiera pasado. 

Y mi sentimiento, que no sé de qué demonios está hecho, es tan jodidamente sólido que sigue ahí tras el desastre. Por mucho que repita “sueño, sueño quédate; pesadilla, pesadilla vete”, nada me hace olvidarte por completo. Y te busco en la cara de la gente pero no te encuentro.

¿Qué me has dado? Tan solo cuatro ratos, unas cuantas conversaciones, risas, y algunos de los mejores besos. ¿Y entonces? ¿Acaso en tu saliva dulce me traspasaste un filtro letal? Todavía no tengo explicación pero debe ser algo de eso.

Así que, pueril, juego a imaginarte en las circunstancias más desafortunadas para que la sensación de hombre que creí ver en ti se esfume; para repetirme una y otra vez que no merece la pena ni un solo instante de tristeza por algo que nunca fuiste para mí, que no mereces okupar un segundo más mi cabeza. Te pienso en el váter, echando la pota tras unas horas de juerga, con las uñas sucias, con saliva blanca asomando por la comisura de los labios, oliendo fatal, otra vez en el váter, gritando a tus subordinados, equivocándote en algo gordo, no sabiendo muchas cosas, con aliento de dragón, tirándote un pedo, perdiendo el control, sin máscara de protección, desnudo. 

Te imagino con tu absoluta frialdad.

Ni por esas. 


3 comentarios:

Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea