viernes, 10 de octubre de 2014

Una cosa me lleva a la otra, la película

Los príncipes valientes de Javier Pérez Andújar

    Tiempo de cambios los años setenta en nuestro país, algunos impensables entonces, pero siempre hemos contado con príncipes valientes cerca de nosotros para iluminar los oscuros momentos; nuestros abuelos, padres y madres que con pequeños logros diarios nos dieron una vida algo mejor que las suyas, un punto de apoyo para recibir las novedades. El silencio seguía vigente como el convidado de piedra, siempre latente, en nuestras cenas… mas el miedo no dejaba callado al buscador de igualdad y justicia.

    El niño de la historia, hoy hecho hombre, toma la decisión temprana de ser escritor y va a utilizar todo lo que se ha dispuesto frente a él para llevar a cabo esa misión. Entre tebeos, novelas y teleseries, él y su amigo Ruíz de Hita vivirán los mejores e inolvidables momentos de los últimos días de infancia, ese paso hacia la adolescencia, duro en cualquier caso, que queda grabado a fuego en nuestra alma.

    En su casa no hay estanterías con libros, sin embargo, se empapará de historias reales en la cocina, por su madre,  a la manera tradicional de leer para la gente que no sabe hacerlo, contando con su voz la historia familiar, o con su tío, hombre de campo reconvertido en pícaro industrial.

    En el extrarradio de Barcelona las torres de Alta Tensión se convierten en  la “X” de los mapas del tesoro; la playa o la ribera del río, que ya lleva aguas bastante perjudicadas, son lugares donde soñar y compartir lecturas, donde creerse en una novela de Julio Verne o comentar la última investigación de Colombo. Domingos de palomitas frente al televisor y de quinielas. Profesores que te embaucan con sus formas de enseñar la geografía y la toponimia de la península utilizando la vuelta ciclista a España, como si de una gesta heroica se tratara, -y lo era, en mis recuerdos están los “maillot” de Bic y esos hombres montados en su bici realizando duros y largos trayectos por esos caminos. Yo también aprendí así nombres de montañas y pueblos- un moderno Cid Campeador.

    Descubrir que la palabra no sólo es la escrita, existe en las voces que cuentan, en los silencios, en los ojos oscuros y fijos de su abuela, en los monos azules de la fábrica y en el gesto con la mano del adiós…Todo eso y más es leer.


    Recordar de dónde vienes es dignificar tus orígenes. Javier Pérez Andujar lo hace con este nostálgico escrito, reverenciando así el descubrimiento de la literatura.

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Estos días me estoy acordando mucho de los míos, y de los vuestros. De todos los que, de una forma u otra, lucharon para darnos una vida mucho mejor, de los que consiguieron con esfuerzo derechos importantes para el resto de nosotros. Y por más que me pregunto cómo tanta gente ha sido capaz de votar a esta gentuza mediocre y nefasta que dice gobernar, no encuentro una respuesta del todo satisfactoria...porque es algo que nunca entenderé: son nulos, mentirosos, mangantes, incapaces, no saben gestionar ni el retrete donde viven. 
Y esto tiene que estallar, no sé cómo ni en qué momento, pero algo ha de suceder. Que para elegir delincuentes prefiero El Vaquilla o El torete veinte millones de veces. 

Creen que el voto les da potestad para ejercer sus mierdas de cualquier manera, y no es así, se ríen de nosotros y lo permitimos, y me quiero quejar. Multan cuando no callas, multan cuando reivindicas un derecho o defiendes a personas en situaciones límite. Se olvidan que el voto no les da derecho de pernada, no pueden jodernos más con sus justificaciones banales e imbéciles. Me da igual que se presenten en un Hospital para hacerse una linda foto con bolsa de plástico en la cabeza. No saben nada de nada, y si tuvieran un poco de honradez u honor, eso que tanto reclaman, se largarían todos, uno detrás de otra. 
Porque es lo único sin violencia que se me ocurre, que se vayan un poco a la mierda ya. 


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Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea