Siento un ahogo que me supera estando sentada a la mesa con esta panda de chanchulleros babosos. Sé que él me ha invitado porque me quiere desde hace mucho tiempo y porque le encanta estar conmigo, pero este sitio es clasista y la gente no tiene nada que ver con lo que soy; he aceptado por no darle más largas.
Este club es para ellos, éstos que se creen importantes cuyo único credo es el egoísmo. Sus ojos sólo ven éxito en lo que posees, y yo, a día de hoy, poseer, poseo poca cosa.
Hace media hora que me ha dicho que nos marchábamos enseguida y siguen pidiendo más copas mientras se ríen las gracias los unos a los otros con el colegueo típico del que ha bebido suficiente. En ese estado todos queremos mucho, curioso efecto que provoca la ingesta de alcohol. Deberíamos aprender a parar en ese punto exacto de bienestar, de pedo amable, y beber sólo con la gente que queremos estando sobrios.
Yo quiero bañarme en la piscina, flotar en sus aguas calmas para gente VIP, pero aquí nadie se mueve y me pregunto qué narices hago haciendo nada.Él me mira comprendiendo mi malestar, pero aparentar y pertenecer al grupo le importa más que mi persona, así que me sigue con la mirada mientras desaparezco de la terraza sin despedirme. Elije quedarse.
Todos los autobuses han salido ya, me dicen en el punto de información, pero le digo a la muchacha que me deje cruzar la pasarela, que haga la vista gorda, sé que puedo lograr pasar el río sin problema, y que después de eso, el camino ya me es conocido y andando, en media hora estaré en casa. Ella se niega de nuevo, son las normas, escucho su voz lejana. Mientras observo las aguas bravas y la pasarela endeble un vértigo me recorre la espalda hasta llegar a mi garganta como un latigazo dejándome muda y serena.
Sigo caminando con la esperanza de encontrar la salida. Mi sobrina pequeña está ahí, clavada en la acera, esperando al novio de su madre que viene a recogerla. Cuando aparece el vehículo él sale para coger su mochila y aprovecho para preguntar si podría llevarme con ellos. Somos muchos, me dice. La chica que lo acompaña va delante y los tres niños de atrás se podrían apretujar un poco, pienso. Pese a dudar unos instantes, acaba negándose. Frialdad y negación, la historia de mi vida, y con qué facilidad la gastan algunos. Quiero aprender pero no encuentro el tutorial para ello.
Mientras voy pensando en ésto, y sintiendo la impotencia de estar en un lugar en el que no quiero estar y del que no puedo salir de ninguna de las maneras pese a mis esfuerzos,reconozco esa calle larga en la calle larga de otros sueños (a veces se me solapan cuando intento recordar con claridad). En sueños visito lugares donde ya estuve, unos son similares a la realidad pero conservan ese onírico halo que me deja clara la ficción en la que ando, y eso me tranquiliza; otros, en cambio, varían sus formas según avanzo, provocando un vértigo, una inestabilidad que me hace vulnerable.
Mientras voy pensando en ésto, y sintiendo la impotencia de estar en un lugar en el que no quiero estar y del que no puedo salir de ninguna de las maneras pese a mis esfuerzos,reconozco esa calle larga en la calle larga de otros sueños (a veces se me solapan cuando intento recordar con claridad). En sueños visito lugares donde ya estuve, unos son similares a la realidad pero conservan ese onírico halo que me deja clara la ficción en la que ando, y eso me tranquiliza; otros, en cambio, varían sus formas según avanzo, provocando un vértigo, una inestabilidad que me hace vulnerable.
En los sueños también tengo miedos, pero muchas veces vivo del aire y lo tengo todo.
Me asusta no encontrar el camino de vuelta, perder piezas dentales, que en muchas ocasiones se deshacen en textura terrosa dentro de mi boca, que me pillen robando y no pueda disfrutar de lo sustraído, no escuchar lo que me dice alguien que amo...
El robo es habitual en mis historias, esta noche ha sido algo dulce, un pastel, y quería salir de allí lo más rápido posible para disfrutarlo en soledad y a salvo de miradas extrañas. Me ha resultado imposible abandonar esa estación en la que estaba con las tres esposas de un conocido a quienes despedía, entre halagada por las palabras de éstas hacia mí, y el asombro que me ha producido conocer que este hombre, que en la vida real nunca quiso casarse lo haya hecho tres veces. ¿Eres mormón? le he preguntado sin obtener más respuesta que una mirada fija con sonrisa a lo Gioconda.
Me despierto a las siete de la mañana con las mismas ganas de comer pasteles con las que me acuesto, diciendo “no sé” como respuesta a casi todo lo que me pasa o no me pasa y sin volar en ninguno de mis sueños de estas noches de verano ardiente.
To Palos, my person
Tienes mucho. Te tienes a ti. Tu escritura vívida me ha trasladado a tu sueño. Espero que puedan llegar a ser felices.
ResponderEliminarGracias, Javier, siempre es un placer saber que me lees. Un beso
Eliminar