lunes, 20 de mayo de 2013

Me gustan las manos del Arquitecto


Tal día como hoy, 20 de mayo, nacía James Stewart en Indiana (Pensilvania).
Se convirtió en Arquitecto, y al parecer no se le daba nada mal; de hecho era bueno, y así lo atestiguaron en su día profesores de Princeton. Pero el chico escogió otro camino (u otro camino lo escogió a él, quién sabe cómo funciona esto).

Elegir el teatro como dedicación, y un verdadero talento en la actuación ha hecho posible que el mundo entero lo conozca,  que lo recordemos por su amplio registro, aunque siempre daba ese perfil tímido de no querer destacar (me lo imagino sentado al final de la clase, no interviniendo mucho, callado y atento…), difícil no hacerlo cuando mides 1,91 m.

No sé cómo llevaría la fama mundial un tipo como él: de aspecto frágil, quebradizo, con esa altura considerable; pero vivió una vida tranquila de trabajo y éxito incluso en su vida privada.  Fue un hombre al que en 1949 se le cruzó Gloria Hatrick, y el amor que surgió, duró lo que duró su vida. Una prueba más de que el amor verdadero existe. Existió para ellos dos y para el matrimonio Newman-Woodward.

Podría quedarme con muchas secuencias de las muchas películas en las que intervino, pero hoy elijo esta: 


Verano, ola de calor.  Un fotógrafo deportivo (Jeff) se encuentra en silla de ruedas con una  pierna rota tras un accidente laboral. Se pasa el día frente a la ventana observando el pequeño mundo del vecindario. Por su mini-apartamento pasan varios personajes, entre ellos su novia a la que intenta apartar de su vida con aquello de "no pertenecemos al mismo mundo, yo viajo mucho y tú tienes demasiada vida social y eres superficial..."  Ante la actitud pasiva de Jeff hacia Lisa, ella decide actuar por su cuenta, y en una de sus visitas comienza a ejecutar el más bello striptease que se haya podido filmar en el cine sin necesidad de desnudar a su protagonista. Lisa muestra su pequeño bolso, del que lentamente y con toda la sensualidad de la que es capaz, extrae un camisón y unas chinelas…sus miradas se cruzan, y sin necesidad de palabras, los espectadores podemos escuchar: cariño, puedes decir lo que quieras pero esta noche la paso aquí. ¡¡Momentazo!!

Me fijo mucho en las manos de los hombres y, si las puedo tocar, en qué sensaciones transmiten, podríais sorprenderos mucho  de lo que provocan en mí algunas manos.

Las manos de James son manos  elegantes,  parecen cálidas, y  lo mismo da que esté agarrando una escopeta, una cámara fotográfica o el cuerpo de su chica en escena. Me gustan sus manos.





domingo, 12 de mayo de 2013

Constantino, mi padre de ficción


A los siete años tuve que buscarme otro padre porque el mío murió joven, 36 años.

Supe de la existencia de la muerte tan pronto que aquello ha marcado mucho la forma de tomarme  la gran mierda que es. Nunca creí que la vida fuese un camino tortuoso para, al morir, alcanzar la gloria divina y sentarse junto a ése ser etéreo que hacía y deshacía a su antojo; siempre pensé que desapareces y punto, fin. Como Woody Allen, estoy fuertemente en contra de ella…y más cuando es tan injusta, como lo son muchas de las que, por un motivo u otro, me son cercanas. Empatizo con el dolor de mis amigos, de mi gente, y sufro; aunque sé que no puedo hacer absolutamente nada…A veces, por la distancia, ni abrazarlos puedo.

Lo que decía, me busqué un padre, (aunque con la madre que tengo no hace falta nadie más, pues ella es la persona más grande, valiente, fuerte y positiva que conoceré jamás) un padre sólo para mis momentos de ficción. Y no fue por casualidad que el elegido fuese Eastwood: había rodado películas en el desierto de Tabernas, cerca del lugar de mi nacimiento, y vi la posibilidad de que mi madre hubiese tenido un romance  con él, ¡yo qué sé por qué! Era muy pequeña, su voz me encantaba y mi imaginación hizo el resto.
Hoy nos ha dejado la voz de mi Clint de infancia, cuando nada sabía yo de doblajes, versiones originales y toda esa mandanga que, sin duda, prefiero desde hace ya unos cuantos años.



La voz de Constantino Romero ha estado siempre en nuestras vidas de cine, tele y radio. No hubo mejor maestro de ceremonias para una Barcelona Olímpica que él. Y cuando en un cine a oscuras, visionando El imperio contraataca escuché la frase de….”Yo soy tu padre’’, me dije: tenía yo razón, lo es.

Hoy, la frase de Rutger Hauer en Blade Runner se hace más real que nunca: “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais..., atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad  cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia... Es hora de morir.”

Tu voz no se perderá Constantino, transita por el espacio junto a millones y millones y millones de voces queridas más. Los que os marcháis de nuestro lado siempre seréis recordados por vuestras acciones, por los felices momentos que nos habéis hecho disfrutar.

El cariño que se demuestra  nunca muere.

Buen viaje a la siguiente galaxia, segundo padre. 

miércoles, 8 de mayo de 2013

Contra la indiferencia: los chicos y chicas de Madison Av.



Me gusta muchísimo la serie de televisión Mad Men.
En Mad Men ningún personaje busca la empatía inmediata con el espectador, y eso me hace libre para mostrar cualquier sentimiento. Desde la indiferencia al cariño, pasando por el rechazo, me los provoca todos.

Es una serie con diálogos brillantes y certeros construida a base de detalles, cuya importancia le confiere ese halo de credibilidad y realidad brutal. Curioso que la parte de la audiencia que dice aborrecer la serie, se quede solo con que se bebe y se fuma mucho, y que todos se pregunten qué vemos las mujeres en un hombre como Draper, tan prepotente, oscuro y mujeriego.
Veo a un falso triunfador con un espíritu atormentado que nunca se muestra conforme, la tristeza lo rodea. Baja a los infiernos, salta tapias de palacios…abre puertas, cierra otras. Tan indefenso por un dolor de muelas…

Como mujer y como espectadora  puedo decir que me gusta ese desequilibrio, el magnetismo que desprende, y que no gustándome nada que en mi vida real me mientan o engañen, sin embargo, me fascina su conflicto interno, el “¿quién demonios eres, Don?” porque a ese lo puedo controlar.
No quiero que nadie le redima ni lo salve porque sería irreal; porque a un tipo así no lo doma ni dios (si existiera). Me gusta que pase su vida aparentando y que no sea quién dice ser. Al fin y al cabo vive vendiendo humo a los incautos como nosotros; es un experto, lleva toda la vida haciéndolo.  Y además, en la serie nadie es quien dice ser, absolutamente nadie. Hacen de la mentira y la apariencia un estilo, que gracias al director artístico resulta magnífico, reflejando cada época con toda perfección.

No os quedéis con lo que ocurre en primer plano, observar los segundos y los terceros: hay toda una vida allá detrás.
Los detalles, la importancia absoluta del detalle bien construido.

La ficción es más real que la vida misma, siempre me lo parece. La ficción nunca miente. Y a mí, Mad Men, siempre me dice la verdad. 


Nunca quise ser una chica Bond



Confieso que me gustan las películas del agente 007 (unas más que otras, desde luego).
Es escuchar el riff de guitarra eléctrica del tema principal orquestado por John Barry y ¡me da algo…!

Puede resultar curioso que a una mujer como yo le guste un tipo como este: un hombre con licencia para matar que acaba devastando los lugares por donde pasa, que no duda en cargarse a cualquiera aunque minutos antes  haya compartido encantos y juegos sexuales, etc. Pero, es que me seduce. Porque este hombre seguro de sí mismo, de lo que quiere y que sabe adónde va tiene mucho morbo, ¡para qué nos vamos a engañar...! Pese al aroma de macho que desprende la saga,  hace tiempo que el agente se mide con mujeres que no le bailan el agua; es más, se miden con él en conocimientos, estrategia, sofisticación, ironía, y por supuesto en confianza,  que lo que hacen lo hacen bien y quieren ganar el juego, con toda la frialdad e indiferencia.  Porque todo es un juego, duro juego con fuego de verdad.
¡¡ He visto ... !!



Y confirmo que ha conseguido que olvide y me abstraiga de mi cruda realidad. Al fin y al cabo qué es el cine sino entretenimiento.
Visionando películas puedo experimentar cualquier tipo de sentimiento o sensación sin que se me tache de nada…Por mucho que algunos compañeros de butaca no se muestren nunca o no les parezca bien que yo lo haga. Yo no soy así: me expreso con total libertad.

Veo las películas de Bond con la simplicidad de disfrutar de una aventura de ficción, con la certeza de ver un film bien construido,  por su potente juego de efectos, su puesta en escena siempre impecable, y deseando que sus créditos no me decepcionen. Y, la verdad que no lo hacen.

Esta vez me ha chirriado sólo una cosa:  algún instante en la aparición de Javier Bardem, como si éste sobre actuara por inseguridad, como si estuviera muy preocupado de parecer malo y extraño forzando gestos que me han recordado a John Malcovich. Cuando él sabe perfectamente cómo hacerlo, porque Bardem siempre me ha parecido un animal en la pantalla. La prótesis bucal puede haber tenido algo que ver, eso no lo sabré nunca.

Qué decir de Craig (lo repetiré hasta la saciedad), después de Connery, me encanta su porte, su estilo, su perfil, y su forma de correr…todo al servicio de su majestad.

Nunca he querido ser chica Bond,…¿o sí?