viernes, 7 de febrero de 2014

Al amanecer, realidad


Un hombre habla con su reflejo mientras fuera del autobús el cielo clarea lentamente.
Se dice las cosas claras sin emitir sonido alguno, gesticula con las manos para ratificar su opinión y asiente con la cabeza.  El que tiene al lado, ese señor plano sobre la luna fría lo mira, no rechista, imita los movimientos en sincronía perfecta, todos; son almas idénticas.


Lo tengo delante y me llama la atención. Me sorprende no porque hable, pues parece que la gente cena lengua y le da suelta bien temprano en el transporte público, sino por su gorro raído y esas guedejas blanquecinas que le asoman, porque veo su perfil y parece joven, aunque el resto del  cuerpo está bastante perjudicado.



Entretanto,  escucho una canción que habla  de las cosas que algunas veces ocurren a la gente,  y de otras que no me suceden a mí. Es esa canción que sonaba la primera vez que te soñé, vestido de blanco, y con tus cálidos brazos rodeándome en un sofá oscuro, iluminados por la llama de una vela. Todavía no sabía cómo sonaba tu voz ni que tu aroma me gustaría tanto, sólo sé que ese sueño generó en mí el deseo real de un abrazo así. ¡Qué malo es crearse expectativas en lo que atañe a los sentimientos! Pero es tarde ya para quejas y estoy segura que lo volvería hacer mil veces o más.

A las siete y diez de la mañana suenan los de Chicago en mis auriculares, y me pregunto si ese tipo que tengo sentado delante será  feliz en ese mundo suyo de dos, pero enseguida lo olvido,…miro al exterior y puedo notar tu beso y tu abrazo tierno susurrando esa canción sólo para mí, porque es cerrar los ojos y pensarte en esos momentos que hubo entre los dos, pocos, pero los suficientes como para desestabilizarme entera…Y sí, de todas las cosas que me interesan, esa emoción que siento cuando me rozas es la que más me importa.  

Siento la libertad de volver a ser niña en los brazos de alguien si le importo, el amor le da sentido a casi todo, y no me acabo de dar cuenta de eso ahora, no…lo sé toda mi vida. Lo supe cuando escuché aquella canción en una película musical, que mi nombre fuese el sonido más bello del mundo. O leyendo: “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Mi pecado, mi alma.” Yo quise eso. Quizás por ello vaya diciendo por ahí que el cine y la literatura me han jodido la vida, pero es así.

Cuando me puedo expresar abiertamente, cuando no me juzgan, cuando me haces reír, cuando lo único que me aterra es perderte de vista para siempre, deseo,... te deseo.  Me siento emocionada, y me encanta tener este sentimiento tan profundo aunque a veces me hace llorar.


El hombre solicita parada, y al alejarse lo veo concentrado en su cháchara silenciosa.

La verdad es que es tan bonito tener un cómplice con quien charlar y reír, y…y…y...y más cosas.


3 comentarios:

  1. Que arte tiene mi Meca, expresando sentimientos.
    Ole tu!!

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  2. Maravillosa forma de contar una mañana y la distancia que te separa de algo.

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  3. Como siempre, maravilloso.

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Estos son los que no se callan, y me encanta que así sea