Mi piel es blanca y suave. Es como
un lienzo en silencio esperando poder hablar, contar según qué cosas.
El verano le gusta a mi cuerpo ya que propicia su desnudez completa, elimina los yugos de los tejidos que lo atan el
resto del año. Cuando hace este calor tan intenso me dan ganas de pasar más
calor todavía, del que arde, de ese. (Entiendo perfectamente a ese jugador de
fútbol que prefiere ciertas cosas a la sandía fresca, lo entiendo porque me
ocurre lo mismo con diferencia de género).
Imagino que pinto mi cuerpo con jugos
coloreados, tatuajes efímeros que recorren cada centímetro de mi piel. Y te imagino a ti
junto a mí, los ojos mirando los míos que te desean, tus manos extendidas que me acarician, ya estás dispuesto a jugar llevado por el aroma y el sabor de las gotas
que vierto sobre mí: unas gotas de naranja exprimida por una de mis rodillas y
otras de fresa madura por la otra, resbalando ambas cada una con su tempo, cayendo sobre una vaguada, marcando el
recorrido con sus colores, no queriendo desaparecer evaporadas del todo; y es
tu lengua la que sigue el trazo, la que busca
el líquido que me impregna.
Tus dedos son los pinceles que
hundes en helado de chocolate medio derretido, los que dibujan líneas que unen
mis lunares en un fine design exquisito que acabas comiendo sin dejar restos.
Soy folio en blanco a tu placer y al mío.
Mis pequeñas colinas rebosando de
leche de avellana bien fría, y tú abrazándome de frente susurrándome mientras
te lo bebes todo. Me tienes, te tengo.
La quietud de la siesta, que
nadie interrumpa mis siestas de verano.
Anoche me acosté tarde, así que
la llamada del mensajero me ha despertado en pleno sueño. Era agradable, eso lo
he sentido, pero no lo recuerdo en absoluto. Así que mirando el jugo que
desprende la remolacha al cortarla, me he
quedado como traspuesta, pensando en cómo me gusta esa sangre magenta, soñando
que soy como esa raíz que sabe tanto a campo y que mancha las manos como si las hubieran
herido a hierro.
Me fascina todo lo que deja ese
color y sus matices: las moras negras, o cualquier otra baya oscura y salvaje, las brevas, la uva negra,…
Y es, mientras me chupo los dedos,
que pienso que soy como ella, quiero dejar impronta de mí, mancharte el alma, que
no me olvides sin más, que me recuerdes con ese color alegre, vibrante y optimista, o por el
color de mis ojos, o el de mi pelo incluso. Aunque lo maravilloso sería que me recordaras
por mi sabor o mi aroma. Las palabras que más feliz me han hecho últimamente, me las dijo alguien no hace mucho:
— Sabe a canela.
Nunca quiero ser otra más en largas listas, es
un defecto que tengo.
pensamientos profundos que dejan marcado el alma que los lee y los siente. Muy bonito Tita
ResponderEliminarSi el contenido de este texto fuera destilado en tuits, tendrías una corte de admiradores de ambos sexos. "Soy un folio en blanco a tu placer y el mío", es una de esas frases que me hubiera gustado escribir.
ResponderEliminarEs curioso, siempre he pensado que no tenía esa capacidad de tuiteo. Quizás destile a partir de ahora. Gracias Javier
Eliminar