martes, 31 de diciembre de 2013

Sólo por diversión...

...este año me he animado a participar en concursos de microrrelatos, unos en cadena y otros no.
He aquí una muestra del desvarío de mañanas de sábado, o tardes rayando el fin del plazo de entrega.
Nunca me han llamado, pero me he divertido mucho y de ello han sido partícipes Jean Boucicaut y Andrea Fernández Maneiro. Esos momentos no se pagan con nada, con nada.

Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión.    Ahora sí – se dijo - Abrió el bolso y retocó su maquillaje; por si se encontraba al rubio de "Perdidos".        
            
Su conciencia no podría soportarlo, así que le mentí, le dije que todo había salido según sus cálculos.
¡Valiente imbécil! Llamarme amiguito del alma y luego negarme en público.
Cuando se dé cuenta que el teléfono está inoperativo y no puede contactar con el resto del equipo sufrirá lo que no está escrito.
En un par de horas mi cadáver será encontrado y todo apuntará a él como único responsable. Será portada en todos los diarios, como siempre quiso. Su ego lo merece.

Quizás mañana no sea demasiado  tarde para darte todos los besos que me he guardado. Quizás no sea  tarde para calmar tu deseo irrefrenable  bajo la higuera mágica que te protege, esa a la que he negado admirar mil veces. Quizás mañana te llame con todos tus nombres  y me respondas con la sonrisa que siempre tienes preparada para mí. Deseo tu océano arrebatado, pues  la tranquilidad del riachuelo no la quiero ya.  Hoy he sabido que andaba perdido. Hoy, te quiero alcanzar.

Y nunca le recordaba lo que no se debía contar, así que en cuanto dio media vuelta, a él se le fue todo por la boca, incluso aquello que desconocía.
Siempre había sido así  hasta que el humo azul oscuro  cubría la estancia por completo  y lo adormecía. Entonces comenzaban sus recuerdos, justo al notar el frío metálico de las esposas en sus muñecas, en el mismo instante en que surgía de la bruma una silueta femenina agitando en círculos un tanga de caramelos.
Esta vez no los iba a dejar caducar.
                                                                                             
Mientras su padre cerraba la tapa del contenedor supe que lo engañaba.
Ese andar pausado, su gesto preciso, y  esa sonrisa burlona que dirigió desde la esquina…
-¡Menudo hijo de puta! ¡Lo ha matado!

La mujer que iba en el coche a mi lado, la mujer que amo, dormía profundamente tras horas de viaje. Me fue fácil convencerla para que se tomara la medicación, le dije que la llevaba a observar las auroras boreales y ella me creyó. Confío en que, al menos desde su cuarto, pueda verse el cielo reflejado en el lago, porque si no…

A mí manera
La mesa de la cocina ofrecía un panorama caótico de botes, bolsas, latas y demás.  Había apagado ya la calefacción central así que empezaba a notar el frío en su cuerpo. El piso estaba orientado al norte, y ella lo compró en verano, qué podía hacer.
Revisó uno a uno cada elemento de la lista mientras lo introducía perfectamente ordenado en la maleta de ruedas, la grande.
Eran las nueve de la mañana del 21 de diciembre cuando salía por la puerta de su edificio, y el taxi la recogía para llevarla a la Estación Central.
Era noche cerrada cuando llegaba a la aldea y aspiraba profundo el límpido aire helado. No se escuchaba más que el rumor del viento, las pocas luces titilaban diseminadas por el paisaje. Como hacía poco que había comenzado a nevar le fue fácil encontrar el camino que, serpenteante y angosto, llevaba a la cabaña.
La llave en la puerta, como indicó al guarda. El fuego del hogar  encendido, su pila de libros esperando ser devorados con el crujir de la leña como hilo musical de fondo.
Este año no dijo nada a nadie: hibernaría hasta enero, sola. 
Lo tenía merecido­— sonrió satisfecha.


domingo, 29 de diciembre de 2013

Un día menos para que llegue la primavera


Finaliza el año, ¡qué bien!, ya queda menos para el buen tiempo.

Estos días todo el mundo hace balance de lo que han sido los doce meses: unos se saltan lo malo, o se recrean en lo positivo, de todo hay. Yo pensaba que el trece me traería un puesto de trabajo, hay semillas esparcidas por ahí, espero los brotes el catorce.

He de decir que pese a la tristeza general, y el dolorosísimo comienzo por motivos equis (recordarme que no me opere nunca más), mi año ha sido mejor que el pasado.

Si hago recuento de las cosas buenas seguro que salen más de las que imagino: la amistad reforzada con gente estupenda de todas las esquinas de la península, ell@s saben quiénes son, especialmente mi linda Pilipina, desde agosto soy donante de médula ósea (por favor, que me llamen yaaaaaa), los maravillosos reencuentros con amigos de otra vida: primero el niño con el que aprendí a besar, un tipo estupendo, le quiero; mis dos chicas, Lola y Alicia, a las que adoro desde que fui babysitter. Con ellas he llorado, reído, comido y bebido, me han abierto sus casas y sus brazos, (cuando la amistad es verdadera, es, por mucho tiempo que haya pasado).
Más tarde, mi dulce Lady Marian con la que compartí inquietudes entre película y película en el Rialto durante Cinema Jove; mi ex anónimo, apenas conocido en otra vida, que me encontró a mí y que se me ha revelado como mi espíritu afín, mi confesor, mi crítico, mis risas diarias, mi apoyo, ya nunca más desconocido, mi Ángel.
Bruno, mi arqueólogo favorito, que aunque muchas veces discrepemos es uno de los mejores amigos que tengo, cuando lo he necesitado, me ha hecho reír, lo quiero mogollón.
Los buenos tipos que desde el verano han demostrado estar siempre ahí, lo mismo para una caña que para hacerme sentir la mujer más deseada del mundo, gracias Álex…
Madrugadas de charlas, de haikus con Andrea, o microrrelatos improvisados. Conversaciones desde la distancia física con mi querida Ninette que reconfortan siempre. Y la salud, hemos tenido salud en la familia, cosa que agradezco inmensamente; los incondicionales y que aunque estén lejos, se nota el cariño, especialmente el de mi querida prima Sonia…Y, por supuesto, mis cuatro más una sobrinas creciendo, aprendiendo, forjándose como mujercitas.

Luego está el mundo, lo que nos incumbe diariamente al ciudadano con los pies en el suelo. Nuestra realidad, que unos cuantos indeseables  han convertido en gran mierder en muy poco tiempo. Hay muchas cosas que son reverenda mierda, muchas… y, qué hago yo, aparte de vomitar, sentir mucho asco y no poder callarlo... ¿Lo adivinas?...
¿Recuerdas esa frase ”El mundo se desmorona y nosotros nos…”? Pues eso…
Que sin buscar ni proponérmelo lo mejor de mi año trece ha sido “eso”.
Los buenos besos lo merecen.

La primavera está al llegar y pienso disfrutarla con la sonrisa puesta. Porque cuando te diviertes mucho esta sonrisa no se fuerza, sale sola. 

Making of  ©AP

Gracias a tod@s los que me la provocáis. Feliz presente.



sábado, 21 de diciembre de 2013

Tu foto


El fondo totalmente desenfocado aunque puedo distinguir gente, tu rostro nítido en un primer plano muy cerrado hace que me sienta tan cerca que casi puedo acariciarlo con mis manos.
En esa foto tienes un perfil magnífico. Tu oreja derecha se dibuja perfecta, como tu nariz. Tu boca entre abierta como si estuvieras a punto de decir algo, muestra ese labio inferior suave que me fascina, pequeñas arruguitas de expresión se han formado alrededor de tus ojos, esos que se advierten claros bajo tus cejas; unos ojos que tienes fijos en alguien. No sé qué haces pero se te nota relajado y atento. Es probable que te encuentres sentado en cualquier terraza tomando algo con tu gente.

Pero lo que más me gusta de la imagen en sí es imaginar que la hice yo en esa vida en la que no sabíamos nada el uno del otro.

Imagino que un día me siento en la mesa de una cafetería del centro. Es otoño, estoy sola tomando un rooibos con especias mientras leo un libro, pero hay algo que me impide avanzar en la página en la que me hallo atascada; leo la misma frase una y otra vez sin encontrarle sentido. Tardo poco en averiguar que es el sonido de una risa lo que, entre tantos sonidos a esa hora de la tarde, me distrae, y miro hacia el lugar desde donde proviene, y entonces, te veo. Me gustas al instante. Te observo a escondidas parapetada tras la taza que sorbo despacio, miro cómo gesticulas al hablar, al reír, tu aspecto impecable me atrae: el pelo muy corto enmarca tus facciones, tus manos me encantan cuando asoman entre los cuerpos que nos separan al agarrar la Alhambra y dar un trago. La boca de la botella se posa en tus labios,— dichosa ella— pienso. 

Con movimientos muy lentos para no hacer ruido como si fuese a fotografiar un animal salvaje en mitad de la selva, saco mi cámara compacta y espero el mejor momento, ese en el que la gente que hay entre nosotros se aparta un poco, y disparo. Aparentemente, la toma es buena. Guardo la cámara en el bolso y termino mi infusión con el libro que ya no leo abierto de par en par. Me he quedado tan fascinada con tu imagen que ya no disimulo mirarte, y se abre un paréntesis de ensoñación donde no se escucha nada ni a nadie, sólo soy yo mirando tu cara y tú sin saber que existo. La ilusión desaparece en cuanto os movéis para marcharos, y tú,  todavía sentado, me miras. Es un instante, y hago como que estaba en otra cosa, pero me has pillado lo sé, lo sabes. Recojo todo con premura y me marcho de allí con una sensación de pérdida que se apodera de mí mientras me adentro por las callejuelas del barrio. Pero la vida ofrece todo eso: encuentros fugaces, otros más duraderos, miradas, palabras, besos. ¡Ay, esos labios…!

—¿No es interesante el libro?—escucho de una voz a mi espalda.
Me giro y te veo ahí.
—Te lo has dejado olvidado.
—Sí que lo es,... interesante digo, es solo que…

Al acercarte, percibo un aroma de agua fresca y ardiente, de esas que aseguran una permanencia irreprochable, y enmudezco. Hago todo lo posible por rozar mi mano con la tuya al recuperar el libro, me miras directo a los ojos, con el mentón ligeramente pegado al pecho, una de esas miradas Kubrick tan intensa. Creo que me va a dar algo, ya no hay espacio entre los dos. Para cuando me doy cuenta que te toco nos estamos besando…lo noto, yo ya he cerrado mis ojos y me dejo llevar. Otra vez se crea un vacío de silencio y tiempo, roto sólo por el ímpetu de nuestros labios al juntarse. No existe nadie más que tú y yo, no importa nada fuera de esa burbuja, no sé cuál es tu nombre ni tú conoces el mío…

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Pero no, por mucho que mi imaginación vuele, la foto no te la hice yo a escondidas, tan solo la observo durante mucho tiempo ahí, como fondo de escritorio, y sigues pareciéndome tan cercano que la sensación de tocarte perdura incluso horas después de haber apagado el portátil.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Pretenciosos hay en todas partes, pero en el cine lo petan


Se puede pretender emocionar y quedarse en sólo pretender. Se puede hacer una película y un casting para la misma y cagarla por completo, se puede escribir un guión basado en una novela existente y hacer que te suba tanto el azúcar que desees comida mexicana para contrarrestar la glucosa. Se puede pretender que creas una historia y acabes no creyendo nada en absoluto.

Ayer, mientras ganchilleaba, vi/escuché una película española de las de drama romántico con chicos y chicas jóvenes, guaperas, que pese a eso, viven una vida atormentada por la cantidad de movidas profundas que llevan a sus espaldas. Si la intención era mostrar a cualquier chaval en su vida diaria, perdona Fernando GM, no vas bien. El visionado se convirtió en algo muy divertido cuando hice partícipe a mi ex anónimo, y menos mal. Estas cosas han de compartirse, sí o sí.

Un chico llega a casa tras pasar dos años en Londres. No se sabe qué tal se le da el idioma de la reina pero lo que es el castellano nada bien. ¿Cómo se puede elegir al actor con  peor dicción de toda la hornada para que haga de galán y diga cosas que deben resultar emotivas? El chico, Mario Houses, de sonrisa Profident es el protagonista. Inexplicable.

Otra cosa, qué hay de los barrios obreros, ¿no pueden vivir en la Barceloneta, Sant Antoni o Poble Nou, en pisos de pasillo oscuro y habitaciones pequeñas? Parece ser que no, los apartamentos siempre están maravillosamente bien situados, son inmensos y con unas vistas acojonantes, grandes loft de diseño, y eso que tienen veintipocos años y andan a la búsqueda de un empleo. (El Houses llega a casa y un buen curro en TV lo encuentra a él antes de decir: Hola, ¿qué tal?) Increíble.

Luego está el personaje de Claire Lake, fotógrafa: canta, baila, boxea, pilota motos de gran cilindrada, ah, y sabe cocinar…Lo hace todo, todo; claro que con el skyline que ve desde su terraza yo también me inspiraría de esa forma.

Y qué decir de la insustancial Mary Valgreen. ¿Hay una actriz que transmita menos que ella?
Solo me da gusto ver a la maravillosa Carme Elías en su  aparición fugaz. Es lo habitual, buenos actores y actrices en la sombra o comiéndose los mocos,  y la pandilla de niñatos sin talento ( bastante oculto o que yo no alcanzo a ver) de protagonistas absolutos.

¡Cuánto despropósito! El azúcar está por todos lados, me invade. Veremos si sobrevivo a estas Navidukas.

Creo que paso de comedias ligeras por ahora, me centraré más en otras cosas si es que mi mente dispersa lo permite, últimamente anda muy ocupada con la Sequoia.


Por cierto, yo sí tengo ganas de ti, pero ganas, ganas.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Subo de nivel



Me felicitan los de Infojobs con un correo lleno de globos, el banco me dice que hoy me está permitido dormir un poco más, darme un capricho, mirar el móvil cada cinco minutos por si llama quien espero que lo haga, pedir un deseo y que se cumpla, y por supuesto permitido quitarse años (Lo he hecho todo) Se acuerda de mí Ikea Family y me envía un menú gratis en su restaurante, Yves Rocher un regalico si me paso por la tienda, Promod, Groupalia; hasta Meetic me regala un mes gratis si compro un pase…Si seriespepito.com me envía una felicitación, lo peto todo, os lo juro por Jesse Pinkman.

Todo eso de las felicitaciones rápidas vía correo electrónico está muy bien, ellos hacen lo que tienen que hacer: marketing puro y duro, es más chulo que las amistades virtuales te hagan llegar mensajes de cariño y buenísimos deseos, porque me consta que todas y cada una de ellas lo desea de corazón…Son estas amistades con las que te ves en red a diario,  charlas en privado o por esos muros de dios, pasas momentos divertidos, irónicos y de mearse toda.

A lo mejor me pongo muy nostálgica en diciembre, pero, echo de menos las voces al teléfono, (aunque ya me han llamado tres amig@s) los besos que se dan, los de verdad, el contacto, y las cartas manuscritas, ¡por los dioses del Aventino!, sobre todo las cartas; ya no llega ni una. También echo de menos que llamen al telefonillo, como cuando éramos críos, y te pregunten si puedes bajar a la calle a jugar un rato.

Sé que es diciembre cuando hace frío en la calle y me da por buscar comedias ligeras. El domingo por la tarde, tras la entrega de mis deberes en el curso online, me puse a ver una película tonta, pero como sale Julianne Moore, y esa mujer me fascina, la vi…Como digo, era una comedia…sí, de reírse mucho (no) pero cuando vi el personaje de Julianne abriendo un armario en plano general y mirando hacia su interior, me emocioné. Yo no sabía cuál era su historia ni qué había ahí dentro, eso lo cuenta después…pero ese plano y su gesto ya me mostraba la pena intensa que sufría esa mujer. Son pequeños detalles de las películas que me hacen sentir de una manera profunda. Como cuando en "Amantes" de Aranda, el personaje de Maribel Verdú le dice al soldado Jorge Sanz tras agasajarlo con unas buenas viandas:  Lo he hecho para ti…y el gesto de su rostro acompaña las palabras y no ves a la actriz nunca más, ves a una pobre chica de pueblo enamorada, sin artificios.

Me fijo mucho en los detalles, en la ficción y en el día a día. En mi realidad, busco lo poco común. Me gusta sorprender y que me sorprendan; a estas alturas de la vida me considero “algo” creativa, y mientras tramo alguna cosa que sé que va a ser algo especial y único, disfruto muchísimo más creándolo de la nada que recibiendo un regalo (¿será por eso que ya casi nadie me regala nada?)…y soy de las que dan mucho valor a las cosas artesanas, por eso todavía regalo cosas hechas con mis manos. Me gustan los detalles porque antes los tengo yo. Me gusta cuando no espero nada, y de repente, ocurre algo chulo. Me gusta.

Es diciembre, y comienza mi bajón anual. 

Tal día como hoy (11) a las 20:13h nacía yo a la vera de una higuera. Fui pesada por mi abuelo con una romana, metida en un capazo, ante la atenta mirada de María la comadrona que asistió mi alumbramiento. ¿Se puede ser más de campo? Pues sí, de no haber cambiado mi lugar de residencia lo sería muchísimo más.


Hoy, subo de nivel. Por ahora no noto nada, excepto que el pastel enorme que me he comido no me ha sentado muy bien. Eso me pasa por comer como si no hubiera un mañana.


miércoles, 4 de diciembre de 2013

De amores y libros

Hace un año que escribí la reseña de este libro para el portal literario melibro.com
Hoy, no sé por qué, he recordado a Álex, y la quiero compartir con vosotr@s.
No será la única, iré colgando mis pareceres sobre libros que leo, porque no son reseñas al uso, escribo lo que me transmite la historia y poco más.

TODAS LAS CHICAS BESAN CON LOS OJOS CERRADOS,  de Enric Pardo con prólogo de Berto Romero

Y bien, ¿qué tenemos aquí? ¿una novela romántica? No, desde luego; es más bien la certeza absoluta de que los hombres no pasan de todo, que tienen sus comeduras de cabeza  como nosotras. No de igual forma, pero ellos sufren también aunque muchos nunca demuestren tal cosa. Por eso me decidí a leerla; quería comprobar qué tienen en la cabeza los tíos que cuesta tanto entenderlos o estar en su misma onda.

Y de verdad, no pude parar, como me pasa con las series a las que soy adicta. Durante cuatro horas permanecí ausente de los problemas a los que me enfrento cada día como parada de larga duración. Unas horas en las que me divertí mucho viendo por un agujerito lo que les pasa a los chicos en esa franja peligrosa ­-y muchas veces autodestructiva-, de los 30 a los 40 años.

Yo, si fuera hombre, estaría hasta el gorro de que cada vez que no me atrevo con algo se me nombrara a Peter Pan, la verdad. Creo que tanto hombres como mujeres no deberíamos perder esa inocencia. ¡Ojalá se mantuviera intacta!  Si no soñamos, si no nos ilusionamos, cómo decir entonces que estamos vivos. Es una cutre realidad.

El amor lo mueve todo, esa es la conclusión a la que llegué hace tiempo. A mí me mueve, y lo digo abiertamente. Algunos ni lo conocerán a lo largo de sus vidas, otros pasarán de puntillas o no se atreverán. La sensación grandiosa de mirar a los ojos de esa persona especial  y sentir la inmensidad no tiene parecidos con nada. Con nada.

Que el hombre por naturaleza es infiel, que quiere lo que no tiene, que le asusta un océano y por eso prefiere quedarse en la tranquilidad de un riachuelo, que la grandeza le acojona, todo eso es así…para algunos. Cada uno buscamos el equilibrio de la mejor forma, unos logran ser felices sin emparejarse, lo cual está bien. No hay normas, las vamos escribiendo conforme ocurren en nuestras vidas una serie de acontecimientos. A las mujeres se nos complica más por nuestro reloj maldito, ¡cuánto daño ha hecho el personaje que se lo inventó!, que nos marca una caducidad como mujeres cuando tengo la convicción que nada tiene que ver con la fecha de nacimiento.

Álex es un inconformista que acierta, hace el 'monguer', se equivoca, sigue, se cae, sigue. Le ha costado dar con la solución, pero nosotros lo celebramos desde el otro lado del papel, aplaudimos ese comienzo, la siguiente página de su libro. No hay que pararse, hay que vivir los momentos, el ahora, pues el futuro es ilusorio. De nosotros depende cómo se va escribiendo nuestra historia, aunque algunas veces nos pongan muchas trabas y cueste.

Cuando dos personas se encuentran y entre ellas nace una complicidad, existe una conexión, el deseo, incluso el amor,  no deberían supeditarse  a datos externos de fechas o  prejuicios de clase. Tienen la importante misión de dejar fluir en libertad absoluta todos aquellos sentimientos que nazcan de ese encuentro. ¡Qué narices, han de vivir esa historia! Sólo así se es consecuente  y honesto con uno mismo.

Estoy de acuerdo con Enric Pardo que la receta para el amor es saber perdonar, pero no sólo a la otra persona si nos ha herido. Perdonarnos a nosotros mismos es fundamental para vaciar la mochila de lo malo y tenerla preparada para albergar todo lo bueno que la vida nos depara. Que las oportunidades están ahí,  y nunca se sabe lo que va a ocurrir mañana ni a quién vas a encontrar. 
“Lo que vengo a decir en la novela es que las chicas que besan con los ojos cerrados y que se regalan, que lo dan todo en una relación, son las que creo que valen la pena.” E.Pardo
 Gracias Enric, por darte cuenta y contarlo.

 Musetta   -  16 diciembre 2012


domingo, 24 de noviembre de 2013

Que otro muerda el polvo

La vida me empujó a ser una niña outsider casi antes de nacer. Siempre observándolo todo y a todos en silencio, aunque desde la primera fila en clase obligada  por el apellido.
No era dada ni a mostrarme ni a contar mis cosas a nadie, que para una vez que lo hice morí de vergüenza al saber que aquélla “amiga del alma” en la que confié, había contado mi secreto a toda la pandilla; sí, lo sé, fue mi error. Confío en el ser humano desde mi más tierna infancia, y aunque alguno no pueda calificarse como tal, todavía me cuesta pensar en la capacidad real de hacer daño por maldad

Así fui en mi infancia y mi pre-adolescencia, que no sé dónde acaba una y empieza la otra, si cuando a los cuatro años, notando unos latidos en mi pecho pregunté a mi abuelo qué era aquéllo, y él, con su habitual rudeza de campo soltó la cruda frase: cuando no los sientas es que te has muerto…o con la pregunta hiriente de mi padre durante una comida cuando yo contaba cinco años: cuando muera, ¿me llevarás flores al cementerio?  Un par de años después murió por un cáncer de pulmón bestial no habiendo cumplido los cuarenta. 

Nunca he fumado. Nunca llevé flores. No se puede ir jodiendo la vida con ese tipo de preguntas.

El caso es que fue tan corta mi infancia (ese estado en el que no te dedicas a pensar ni a ver la realidad, solo a jugar e ir al cole) que yo misma me propuse alargarla al máximo por mi bien. Para que luego digan que no es posible, todavía ando en ello.

Yo era una niña outsider y algo oscura, de las de vida interior, de las que leían por todas las esquinas a escondidas o dibujaban casas en papel cuadriculado, (muchas veces excavadas en el interior de la tierra, como hormigueros con todas las comodidades). Una personita que no necesitaba nada material, que nunca pidió nada a su madre, excepto aquella navidad, un bate de béisbol para jugar en la calle con todos sus vecinos. ¡La de carreras que nos hicimos esas temporadas de liga con sólo unos palos!

Jugar en la calle, la felicidad máxima.

Por supuesto, los reyes magos no trajeron el bate (debieron ver en mí a la republicana que ya era), en su lugar había un bebé que hacía pompas con la boca, ¡qué gilipollez y qué decepción!, la verdad. Nunca se lo tuve en cuenta a mi mami, pero me resultó incomprensible, ¿qué pudo pasar por su cabeza al elegir ese regalo para mí? Estaba claro, no me conocía.
Este hecho de mi vida fue redimido años después, por Ra, el hombre con el que me casé, cuando un día apareció en mi portal llevando un bate de madera, réplica de los años 40. Ese hombre me escuchaba, me leía, me escribía, y tenía esos detalles conmigo; algunas de las razones por las que me enamoré de él.

Yo era de escuchar música  en la radio, o con el reproductor de cassettes de mi padre. Pasaba muchos ratos escuchando y cantando de todo. Abría esa maletita roja y elegía: Antonio Molina, Perlita de Huelva, Concha Piquer, Bruno Lomas, Nino Bravo,…El testamento de un cordobés nacido en el 39.

Mi oscura automarginalidad cambió de aspecto cuando me di de bruces con Freddie Mercury y su banda, eso fue un punto y aparte para mí. Siempre he dicho que con Queen me liberé de todos los prejuicios, dogmas y tabús inculcados en el colegio de monjas. Puede pensarse que exagero, pero lo que ni monjas ni curas pudieron de mí hacer con misas y con sermones, lo hizo este hombre subido al escenario con esa seguridad, con su pecho casi siempre al descubierto, su voz potente…¡Qué showman! 

Era escuchar los primeros acordes de alguna de las canciones,  y me lanzaba veloz a la pista de la discoteca JM, estuviera haciendo lo que estuviera haciendo y con quien lo estuviera haciendo. El cuerpo me pedía baile, y con mi coreografía particular allá iba yo, sin miedo. Fue una época en la que descubrí que si algo te gusta mucho, si lo deseas, había que ir a por ello; que nadie me podía parar, que soy un torbellino muchas veces suicida. La pasión me alimenta. Hay que seguir los instintos y más cuando tiran de ti tan fuerte, porque si es así, es que algo bueno hay al otro lado del hilo, esperando.

Hoy se cumplen veintidós años desde que Mercury se largara a tomar viento. Veintidós años ya, que yendo al instituto escuchara la noticia en la radio, en mis auriculares, y llorara desconsoladamente, porque se iba alguien con el que había disfrutado mucho. Otra etapa se cerraba sin remedio posible y lo hacía con la muerte de por medio.

Una mierda, me dije entonces y me digo ahora; que la gente tipo "mierder" muera en su lecho, de viejo, y otros mueran por vivir la vida libremente y sin miedo, antes de tiempo. A algunos la muerte prematura los convierte en leyenda, eso ya lo sabemos los que nos quedamos. Pero a mí,  aquel día, saberlo no me consoló en absoluto.


 A Jota, mi amiga con mayúsculas
y a Lony, mi niña de Algeciras, mi soldado, por las tardes de verano en Lorca


sábado, 9 de noviembre de 2013

Eterna adolescente

Libélulas en el estómago, mis manos heladas que abrazan la carpeta contra el pecho, monedas para el billete de bus que caen al frío pavimento de la acera. Me agacho a recogerlas, y de paso subo mis calcetines hasta la rodilla. 

Escojo la primera canción en mi teléfono móvil: kaleidoscope  de The Dirt Tracks, el resto de la reproducción es ya aleatoria pero pronto compruebo que sólo surgen canciones que me hablan de ti.

Estoy muy nerviosa, y sin embargo feliz; al fin podré mirar tu rostro de nuevo. Ese que he visualizado tantas semanas para que no se pierda entre las otras caras que me cruzo a diario. Eres mi actor fetiche en la película neoromántica que imagino; eres alma Serie A que he soñado durante todo mi verano melancólico.

Y hoy, cuando no voy vestida como planeé hacerlo para tal ocasión, me voy a encontrar contigo.

De repente, ya no me pesan los días de ausencia, ya tengo ganas de verte otra vez, muy pronto. El hilo de plata que me une a ti brilla con todo su esplendor. Te veo pasar dos veces desde la ventana y mi corazón va a mil. 

Salgo a buscarte, y  te llamo por tu nombre. Ahí estamos, uno frente a la otra en la puerta del instituto, y nos reímos como antes, como si no hubiera existido un hueco entre los dos. Me siento como si hubiese arrancado las hojas de esa estación del calendario, y aunque tengo un pellizco volcánico que me aprieta el alma y mis manos están heladas, mi corazón sólo ansía tocar el tuyo, gustarte.

Los compañeros de la otra clase me miran desde tu espalda, algunos con descaro, y con la excusa banal de no sé qué se acercan a nosotros para seguir mirándome de cerca, pero no te das cuenta porque no dejo de sonreírte; no puedo controlarme, mis labios se arquean sin que mi cerebro de la orden, todo en mí va por libre cuando se trata de ti.

No has cambiado nada, te veo muy bien; tú no me preguntas cómo estoy, pero no me importa: te estoy mirando a los ojos, estoy escuchando tu voz, tu risa; es bonito cómo me nombras. Con qué poco mi estado de ánimo resucita, ¡qué digo poco! ya es mucho verte y que charlemos…

Hablamos de cristales azules, de viajes, de cuadros y asignaturas. Y rememoro el sabor del sushi junto a ti, mientras rozaba tu rodilla con la mía en otra vida. Aquella noche también tenía frío por otros motivos, pero entré en calor al abrazar tu sueño entre besos.

Por eso busco tus labios ahora, para calentar mi cuerpo congelado de invierno repentino, tomo un trago de tu saliva dulce, me mezclo contigo como en una fórmula se mezclan los elementos químicos para crear un compuesto de pureza Heisenberg.

Y así pasamos un rato.

Con mi carpeta forrada de fotos de Ryan Gosling y Matt Damon subo a ese bus que me separa de ti, esta vez deseo que por poco tiempo, y vuelvo a poner Kaleidoscope a mi banda sonora de vuelta, ahora en modo repetición.

Ya en mi habitación tengo muchos deberes, y no me puedo concentrar. La historia de mi vida los últimos tiempos, con el añadido que, en ocasiones, no puedo hacer Ctrl+z para deshacer.

P.D. Si me haces mejor persona de lo que soy por todo lo que sale de mí al pensarte, imagina si me tocas.



lunes, 4 de noviembre de 2013

Habitación en Valencia

Este verano, el fotógrafo y amigo Álex Pagán  me propuso posar para la serie que está preparando cuyo tema no voy a desvelar en esta entrada. 
No tuve que pensarlo nada, acepté hipsofacto. 
He de reconocer que el día D me levanté algo nerviosa. Hacía mucho tiempo que no me colocaba frente a una cámara de esa manera, no estaba muy segura si podría transmitir lo que se me pedía.

Pero con Álex y Óscar todo resulto de lo más relajado.


En pocos minutos la habitación del hotel Valencia Park quedó inundada por los bártulos de un fotógrafo profesional, y dio comienzo la sesión, a la que siguieron otras más que se alejaban de la temática por la que estábamos allí.

Creo que ese día nos subió el ánimo a todos: salimos contentos, vaya.
Estas imágenes pertenecen a la improvisación que hubo cuando la verdadera foto buscada fue encontrada. Así que la llamamos sesión ociosa, o …”ya que estamos aquí..."
Y así, hasta que se fue la luz.




 


 






Este enlace os llevará a la página web de ÁLEX PAGÁN, por si os apetece echar un vistazo a las cosas que hace.  


El fotógrafo fotografiado con la cámara del teléfono móvil




sábado, 2 de noviembre de 2013

Rayada nocturna


La pelotita verde te da como conectada pero al no saber de ti me como la cabeza.
Mi mente me atosiga, y me habla de mil cosas, me trae de acá para allá, me acompaña a todas partes, incluso a mear. 
Intentos funestos de darle esquinazo, y la muy jodida no se calla.

De verdad que quiero hacer lo correcto, pero no a costa de una convivencia de pastillas. 
Igual si tapara esa luz con mi mano,...pero entonces taparía un problema con otro, porque así te estaría tocando: tocar, sentir, palpar,…demasiado real para esta fantasía insana.
Así que debería alejarme de ella, de la luz, mientras no la vea igual aprendo a no pensarte, o a no pensarte tanto.

¿Y si miro mi reflejo en un espejo?... quizás pueda mantener contacto, con unos segundos bastaría. Pero al moverme entre segundos, imagen, luz, pierdo toda perspectiva. ¡Maldita sea!, seguro que ves mi luz verde en tu parada de taxis, y ahora sé que llego tarde.

Me dijeron que corriera sin mirar atrás, pero como Orfeo pasé del tema, y gracias que tuve más suerte que él: ¡lo que me estaba perdiendo por correr sin mirarte!
Porque mirarte, verte, admirarte ha sido la mejor apuesta, y aunque no espero ganar, sí deseo que me pierdas, porque perderme tú es encontrarme yo al completo.
Demasiado tiempo vagando sin sentirme entero. 

Esto tiene que acabar, de verdad, quiero hacer lo correcto: ¡mátame ya!

Jean Boucicaut - Musetta


domingo, 20 de octubre de 2013

Un poco de empatía, por favor

¿Qué nos estamos haciendo? ¿Qué tipo de sociedad hemos creado?

Todo lo que se logró a base de esfuerzo, trabajo y sufrimiento se va a la mierda más absoluta conducido por una pandilla de ignorantes natos, un grupo de arrogantes que, viviendo en un plano totalmente abstraído del resto, creen gobernar con acierto, cuando lo único cierto es que ni siquiera saben hablar, provocando así un asco tremendo cuando abren la boca o ejercen su, según ellos, pleno derecho a hacer y deshacer a su antojo porque han sido votados por mayoría….Como si las papeletas dieran derecho de pernada, ¡nos ha jodido! Manejan el dinero de todos como si sólo les perteneciera a ellos. Roban a manos llenas delante de nuestras narices con total impunidad. Me da igual cómo se apelliden, vomito, y mucho.

¡Cuánta estulticia! ¡Cuánto necio por metro cuadrado!

Y esto nos lleva sin pausa al mayor desastre, al desequilibrio fatal, incluso mental,  y a la pérdida de lo que es fundamental en el ser humano: el sentimiento afectivo, la empatía.

Ya no hay empatía, sólo existe el ‘yo, mi, me, conmigo’. No se cumplen las promesas. Todo el mundo miente. No se nos trata como a personas, somos ‘eso que molesta y jode’, se persigue al que tiene el agua al cuello para acabar de hundirlo. Se practica mucho la irresponsabilidad y la desfachatez mirando a otro lado. Nos hacen invisibles, no quieren vernos. Su emplazamiento en plano ¿¡superior!?  impide observar el desastre al que nos conducen sin piedad, y con saña contra los más desfavorecidos. Nunca sabrán lo que es no tener para comer, se gastan miles de euros en globos para cumpleaños, y mandan arrancar con nocturnidad y muy mala leche, mamógrafos y otros aparatos médicos que cuestan un dineral, desmantelando todo, privatizando todo. Cagándose en todos.

Desde su atalaya, creen que nunca les va a tocar nada de todo esto, que no les repercutirá…

Me cago en los que se creen intocables.

Me gustaría que por una o dos veces la vida les escupa su propia mierda a la cara. A todos ellos sin excepción.

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Este prólogo me lleva al terreno más personal, el más cercano, porque por todo lo que estamos viviendo seguimos a rajatabla el ‘tanto tienes tanto vales’, y no, no me gusta nada, ya no queremos conocernos; somos egoístas al máximo. Estamos tan acostumbrados a las prisas, al querer conseguir las cosas, los sueños, el éxito inmediatamente, que ya nos importa un pijo las pequeñas cosas, conocer a alguien, darnos tiempo, mirar a otra persona con calma y verla de verdad. Nos es mucho más fácil etiquetar, y si existe un obstáculo, aunque éste sea nimio y salvable, tomamos la firme decisión de apartarnos y olvidar. Momentos cerrados a cal y canto por culpa de un viento gris que deshizo todo el encanto.

Qué pronto olvidamos que nuestra vida, ese camino, depende tanto de sencillos pasos, de pequeñas decisiones diarias, de momentos y hábitos simples. La constancia es primordial y eso es lo que más nos cuesta mantener.

A veces, creemos que avanzamos más deprisa con arrebatos, y no, todo tiene su cadencia, su ritmo. Hemos de medir los impulsos para no perdernos algo que pueda ser vital. Y no estoy hablando de despojarnos de la pasión, para nada, la necesito para sobrevivir. Hablo de cierto reposo antes de tomar decisiones, de darnos la oportunidad para mirar y ver en todo su amplio significado lo que se nos aparece delante, ya sea de forma casual o previsible. De ser claros, de esperar un tiempo para acompasar nuestro ritmo al de la otra persona; si todos lo hacemos nos encontraremos en el punto medio, ese lugar virtuoso donde comenzar algo, lo que sea.

¡Miremos, joder!
Y cuando estemos conectados visualmente, hablemos y escuchemos. Es más fácil de lo que crees.

Un poco de empatía, por favor, que todavía quedamos alguna a la que importan las palabras. Somos pocas, pero todavía creemos que es posible.

A Pilar, Mercedes y Alicia.


"Se puede vivir una larga vida sin aprender nada. Se puede durar sobre la tierra sin agregar ni cambiar una pincelada del paisaje. Se puede simplemente no estar muerto sin estar tampoco vivo. Basta con no amar, nunca, a nada, a nadie. Es la única receta infalible para no sufrir.
Yo aposté toda mi vida a todo lo contrario." 
Caballos Salvajes (1995), de Marcelo Piñeyro 



lunes, 14 de octubre de 2013

Los sueños, ¿sueños son?

Cuando abro los ojos estoy  pegada a ti bajo las sábanas.

Me abrazas por la espalda con la palma de tu mano izquierda ahuecada sobre mi pecho suavemente. Tu pierna  rodea  las mías en un juego de cruces curioso. Pese a la postura, me siento cómoda.

¡Me encanta notar tu respiración sobre mi cuello! Pequeño placer que va directo a las zonas más sensibles de mi cuerpo, esas zonas que me ponen tan disponible para el juego que más disfruto.

Medio dormida  pienso  en ello y, enseguida, noto la humedad que precede al deseo de rozarme contigo. Te tengo  junto a mí, así que nada me impide hacerlo. Me doy la vuelta lentamente para no despertarte del sueño en el que estás inmerso. Una leve sonrisa se dibuja en tu rostro por lo que  intuyo que está  siendo un sueño agradable y tranquilo.

Empiezo a acariciar tu brazo, tu cintura, tu pierna tan poderosa y fuerte. Apoyo una de tus manos en mi cara y me acaricio con ella  el cuello, el hombro, mi pecho, mi cintura. El peso dormido crea  una sensación de lo más estimulante. El calor y la humedad se hacen evidentes en mí. Me llevo un dedo a mi boca que mojo  con mis labios y mi saliva. Me entretengo en eso y te mueves. Me encanta el tacto de tus manos cálidas sobre mí, y  dejo una  apoyada en mi cintura desnuda. Es verano y duermo así, libre de obstáculos, por si me quieres tomar en mitad de la noche.

Te acaricio suavemente por encima de la ropa interior, la única prenda que llevas puesta, y noto que aquello toma un cariz de juego interesante. Te mueves ligeramente y me quedo quieta: no quiero que despiertes aún.

Me rozo contra tu pierna con movimientos tan lentos que me acelero.  Mi cuerpo se estremece, y con precisos gestos voy quitando la prenda que estorba a mi propósito. Vuelves a sentir  algo y de tu garganta sale una exclamación entrecortada.  Sonríes, pero el sueño te puede, y sigues a lo tuyo.

Te tengo desnudo por completo ante mí.

Me gusta mirarte en la penumbra de la habitación. Pequeños puntos de luz tatúan tu cuerpo y, supongo que mi espalda. Acerco mi mano tan suave como puedo a tu sexo  de forma que los movimientos sean imperceptibles, mínimos. Miro tu cara dormida y relajada (pasaría horas mirando tu sueño), pero ahora mismo tengo algo importante que hacer, el deseo me puede. Mi boca empieza a besar tu polla, la acaricio con mis mejillas, sumerjo mi rostro entre tus piernas. Te huelo intensamente  cerrando los ojos, y dejo salir mi lengua que, furtiva y cadenciosa, lame esos centímetros de piel que cada vez se acrecenta y tensa más. La sensación que tengo es de tanto placer y excitación  que he de luchar contra las ganas de ir más deprisa.

Todavía no eres consciente del todo, y eso me excita mucho más. Un par de minutos dedicada a ponértela dura y ya no hay vuelta atrás: resulta  inevitable que despiertes. Y lo haces con tu bonita sonrisa, alargando tu mano para acariciarme. Yo no paro de besar e introducir tu pene erecto en mi boca. Acaricias mi coño con un par de dedos; sabes que en esa postura me pone mucho que me acaricien así: notar tus dedos jugando entre mis labios, despacio. Sé cuánto te gusta verme mojada, y gimo abiertamente.
Un rato más, sólo un poco más… No, no aguanto, soy débil. Me coloco a horcajadas sobre ti y mirándote a los ojos, que ya tienes totalmente abiertos, te pido que me mires; ese es mi ‘te dejo entrar’. Me agarras por la cintura elevándome al compás, nuestros cuerpos ensamblados. Comienza la acción.

¡Joder, qué gusto da follarte!, me dices.

Nuestro ritmo lento del principio se va acelerando cada vez más. Acaricias mis pechos con leves pellizcos  que me vuelven loca. Me lames el cuello en uno  de tus embates. Me besas en el siguiente. Nuestras lenguas juegan húmedas; y entre las embestidas, mis caricias circulares, tus ‘nena’ y mis ‘joder’ alcanzo  un orgasmo explosivo sin dejar de moverme; uno largo al que, segundos más tarde, te unes tú. Gritamos en mitad de la noche y reímos. 
Todo resulta novedoso, porque tener sexo contigo siempre es como el primer buen polvo.

Nos besamos largo tumbados uno junto al otro, hablamos con susurros sin dejar de sonreír. Me acaricias suavemente la espalda mientras dices cuán jodidamente buenos son estos despertares. Opino lo mismo, y me alegra que no seas uno de esos que salen pitando a la ducha como si nuestros fluidos fueran algo sucio.

Fuera de estas paredes todavía es de noche; por la ventana asoma la luna resplandeciente, inmensa y redonda.  Volvemos a quedarnos dormidos.


***
18 de diciembre  en algún lugar del Hemisferio Sur, 5:30  a.m. 
ÉL
Suena el despertador. Tanteo para apagarlo y estiro mis piernas en la cama. 
Mi cuerpo está relajado completamente  y… ¿desnudo?
No acierto a comprender cómo me he quitado la ropa interior que llevaba puesta al acostarme.
Pero, ¡qué hostias! 
No quiero pensar en ello. Me siento de puta madre. 

***

18 de diciembre en algún lugar del Mediterráneo,  9:30 h   
ELLA
Me despierto sola en mi cama, bañada en sudor, desnuda, (lo cual es raro porque estamos a finales de otoño y hace frío) y húmeda, mis sábanas huelen a sexo reciente. No entiendo. La sensación es tan maravillosa y real (como de post orgasmo bestial), que aparto de mi cabeza cualquier pregunta, y disfruto un rato más de ese momento placentero.

***

Ha vuelto a ocurrir. Me parece que le voy pillando el punto a esto del sexo soñado  a la carta. 
Donde quiero y con quien quiero.



miércoles, 9 de octubre de 2013

Atrapada en un Mcguffin

Se sabe que un Mcguffin es la excusa argumental que se utiliza para que los involucrados avancen en la trama, pero carente de importancia para el desarrollo de la historia que se cuenta.

Pues bien, juro que no sé cómo lo he hecho, pero estoy atrapada en uno de esos, y confieso que muy grande. Tan grande es, que el contexto que lo ha provocado se ha convertido en una inmensa Sequoia que no deja ver más allá de su tronco. Me asomo, salto, la rodeo, me agacho, repto, pero nada, de bruces con su tronco a ratos. Me está vetado mirarlo de frente, es duro el árbol, no me levanta el castigo.

Foto©Luis García González

Estoy dividida en dos mitades que marchan independientes. Cada una de ellas tiene su propio carácter y espíritu. (Espero hacerlas coincidir en el espacio antes de que me desintegren por completo y me hagan desaparecer en cuerpo y alma).
Una de esas partes, la más emocional, se ve inmersa en un bis continuo de la estrofa del vals de La Bohème de Puccini, en el que Musetta canta: "Cosi l'effluvio del desio tutta m'aggira, felice mi fa, felice mi fa!"




Escuchado en todo su esplendor, hace comprensible ese arrebato apasionado que siento, porque es de un placer absoluto el deseo que experimento desde hace algunos meses; un deseo irrefrenable, algo tira de mí que me hace girar, que me levanta del suelo unos centímetros para, después, dejarme  caer sin remedio.

¡Qué putada!

El aliciente maravilloso que dio tregua a mi tristeza durante semanas, se convirtió, de repente, en contexto. ¿Cómo ocurrió? (os presento a mi Mcguffin) Ni idea, tan solo puedo decir que pasada aquella noche imaginé, supuse, fantaseé, y la cagué. No he podido corroborar nada con la Sequoia.

Esa parte de mí, absolutamente pillada, ha improvisado, se ha adaptado pero no ha vencido. Y aun así no quiere dejar de sentir, lo prefiere a estar muerta por KO racional.
La parte más cabal, la que todavía conserva cierta perspectiva sensata, sigue su camino, anda otras sendas, alguna vez ralentiza su caminar para que su otra mitad no se pierda del todo en laberintos insondables.

La cordura contra la imprudencia. Caótica niña Musetta.

Holden Caulfield creía que no se debía contar nada a nadie, porque en el momento en que uno cuenta cualquier cosa empieza a echar de menos a todo el mundo. Y vaya si ocurre así. En cuanto conté, el pequeño muro que erigí a mi alrededor (¿para protegerme?) se derrumbó. No me importó.

Quise sobre el cauce seco de un río, y añoré al mismo tiempo. ¡Qué curioso!

Soy incapaz de cerrarme, no quiero, me niego a no ser espontánea.

Los miedos paralizan y no te dejan vivir momentos increíbles. Muestras retales de ti, y cuando te das cuenta que no has sido tú del todo, cometes pequeñas locuras adolescentes para contrarrestar. Y aunque haces la monguer, sigues adelante, tal es la certeza de lo que sientes.

El mundo sería un lugar oscuro y aburrido si no hubiera gente como yo: eterna soñadora, rara muchacha que desea y arriesga.

Hoy me ha dicho mi ex anónimo: “Recuerdo en ti una capacidad, que aún seguirá,  para sonreír y ser feliz sin necesitar mucho para ello.”

Esa capacidad todavía está en mí, lo digo para quien quiera conocerme. Soy la mujer que todavía sonríe ante la posibilidad de volver a volar. Por ahora, sólo sucede en bonitos sueños cuando Morfeo me visita para quedarse. Pero, ¿quién sabe?...

Todo vuelve, Musetta, muchacha.
Ojalá sólo lo bueno.




martes, 1 de octubre de 2013

¡Qué pequeña!


Desde que era bien pequeña había escuchado rumores acerca de mi tío abuelo Ramón.

— ¡Ese rojo!­— decían con desprecio algunos vecinos—. Los mismos que luego pasaban por la casa de mis abuelos con una amabilidad falsa buscando pescar alguna información suculenta que llevarse a la boca.
Por aquél entonces, yo no sabía que gustarte el color rojo fuese delito; como tampoco entendía lo que sucedía cada noche en la cocina ni lo que mi abuelo repetía como un mantra al encender ese aparato formidable al que llamaban radio.


— Que nadie diga nunca que escuchamos la pirenaica.

Para una niña pequeña como yo, esa situación era tan emocionante que suplía la falta de libros en casa; y, a la vez, tan solo escuchando desde una esquina en esa estancia en penumbra, me hacía partícipe en la vida de los mayores; de esas historias de radios y silencios que se prolongaron en el tiempo.
Resultaba curioso ver desfilar a vecinos y familiares que nada tenían que ver con las personas que te encontrabas durante el día por la calle; ese lado nocturno se manifestaba mucho más intenso: las miradas más profundas y oscuras, las pocas palabras que pronunciaban más significativas, más verdaderas. Como cuando mi abuelo me contaba sus aventuras siendo el encargado oficial de organizar los riegos en su pedanía. Mi abuela siempre le decía:

— ¿Ya estás contando tontunas a la nena?        
       
Me encantaban todas aquellas historias contadas.

Una noche, en la que el viento soplaba con fuerza y golpeaba sin descanso la puerta del establo, escuché el cuchicheo de mis abuelos en su habitación matrimonial, esa donde nací yo a finales de un frío otoño.
El temblor de la llama del candil de aceite jugaba con las siluetas humanas sobre la pared de cal, y entre andares sigilosos mis abuelos abrieron la puerta trasera de la casa. Una voz desconocida para mí irrumpió en la sala de estar y pude escuchar un gran abrazo, de esos con palmadas firmes y potentes en la espalda.
Una vez dentro, a resguardo de miradas inoportunas, la alegría y las palabras se hicieron sonoras, e invadieron la casa. Me levanté pese al temor de llevarme una gran bronca por no dormir a esas horas; pero nada de eso ocurrió, no hubo enfados, al contrario, fui recibida con orgullo familiar. Por fin iba a poner cara a mi tío abuelo el rojo, al que tantas veces había imaginado con aspecto vikingo, subiendo a trenes, andando por los montes, cruzando a pie fronteras invisibles, viajando en barcos con velas de colores que surcaban mares bravíos.

Un hombre grandote, rubio, con el pelo cortado a cepillo que me abrazaba sin parar, zarandeándome como a un tente tieso. Pero su cariño al hablarme quitó todos mis miedos. ¡Era tan pequeña a su lado!

Mi abuela comenzó a sacar a la mesa todo tipo de viandas con las que agasajar a su hermano. Estaba feliz, se le notaba; casi nunca sonreía y ahora lo hacía pareciendo una mujer mucho más joven.

Era, la de mis abuelos, una casa pobre, pero del comer nunca olvidaré lo bien que sabían unas patatas a lo pobre, una ensalada de tomate o cualquier otra cosa que saliera de esos campos, o ese pan de hogaza horneado en el iglú de barro a la puerta de la vivienda; todos esos momentos, esos sabores y aromas, los guardo en mi álbum virtual, y morirán conmigo.

Nadie durmió aquélla noche, la de la llegada de Ramón. Tristemente mi tío abuelo tenía que salir de allí antes de que clareara así que fue una noche larga y de cuantiosas palabras; la gran mayoría sin significado para mí, otras, las que iban dirigidas a mi abuela o a mí me hicieron sonreír por su tono más festivo y cariñoso.  
Cuando se acercaba  el momento de su marcha, y aprovechando un silencio entre los cuñados, le pregunté directamente:

— Chache, ¿por qué te llaman “el rojo”?

Su carcajada estruendosa sonó por toda la estancia, y mi abuela le hizo bajar el volumen con un ¡shhhhh! mientras cruzaban sus miradas.

—Es una historia curiosa. Cuando me marché de aquí, tuve que cruzar la frontera a pie y encontré a mucha gente que pretendía hacer lo mismo que yo. Nos ayudamos unos a otros en lo que se podía, comíamos de lo que llevábamos o encontrábamos por el camino: unos traían pan, trozos de queso o alguna patata medio podrida. En una parada de descanso nos encontramos a unos soldados extranjeros, uno de ellos era inglés, y como sabía español bastante bien, tuvimos desde el principio buen entendimiento. Solía beber un líquido que yo nunca había probado, y lo hacía como si ese momento fuera mágico. Caminamos juntos varios días y me aficioné a su bebida. Té rojo —lo llamó—, y decía que venía de China nada menos, y que su nombre auténtico era Pu-erh. El día en que nuestras vidas se separaron, él me dejó parte de su té. Desde entonces, siempre llevo un poco conmigo.

Sacó de su chaqueta una bolsa de papel de estraza y le dijo a mi abuela que calentara agua.
Cuando nos sirvió aquél líquido en la taza blanca, pude ver que sí, en efecto, era de un rojo muy oscuro y tenía un sabor desconocido para nuestro paladar que me gustó bastante. Ese día, cuando regresaba a la cama, en mi soledad y mis cavilaciones pueriles, me pregunté cómo las gentes del pueblo, si sabían de esa historia contada por Ramón, lo nombraban con tanto desdén.

Esa fue la primera y última vez que vi a mi tío abuelo el rojo.

Ahora soy yo la que siempre guarda té en los cajones. Me fascina con especias.
A veces, abro el envase solo para aspirar profundamente su aroma y, mientras lo hago, sonrío al recordar con qué ingenuidad creí en sus palabras; y cómo, cuando supe la verdad, decidí que era la verdad de otros no la mía ni la de mi tío abuelo: aquel hombre grande, que andando por el camino entre campos, giró la cabeza para saludarme con la mano.


No sé si iba triste y lloraba, lo que sé es que cuando recuerdo su estampa recortada en aquella semioscuridad, la que llora soy yo.



El título del relato se lo debo a Luis García G, ya sabe el porqué. 
Los ojos de la niña son los de mi madrina, y a ella dedico esta entrada. Ella fue la que me contó el momento en el que su tío se marchó por aquel camino rural.